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Parece que hace mucho tiempo pero en realidad han transcurrido poco más de 30 años desde que algunas personas y entidades sintieron la necesidad de dar forma a sus inquietudes ambientalistas y acudir a la educación para resolver los peligros globales que vislumbraban. Seguramente, quienes impulsaron la Educación Ambiental (EA) no desconocían las dificultades que la generalización de los postulados que defendían iba a conllevar; no por ello abandonaron la tarea sino más bien al contrario, era un acicate añadido.

La ilusión que los movió estaría sin duda acompañada del sentido de trascendencia que tenía lo que querían impulsar. En la Fundación Ecología y Desarrollo hemos pensado que era el momento de dedicar un especial sobre EA para provocar en quienes visitan nuestras páginas una reflexión individual o colectiva.

En estos momentos de análisis, queremos mostrar el reconocimiento social que merecen aquellos pioneros y enviar desde aquí nuestro agradecimiento a quienes desde la coherencia personal o empujando a las instituciones han logrado situar en la cultura social la Educación Ambiental. Tampoco olvidamos el empuje del ecologismo, de las ONG o fundaciones ambientalistas en la generación de una educación ambiental en los ciudadanos. Quienes aportan los siguientes artículos son una pequeña muestra de la potencia de la sociedad civil, pesimista en unos casos y optimista en otros pero siempre reflexiva, para concertar ese destino todavía utópico que es la Educación Ambiental de la ciudadanía en su conjunto. En cierta manera representan a todo el colectivo que ha hecho de la EA, de la transformación comunitaria, una de sus razones de ser.

Han pasado unos años y las cosas no han ido seguramente con la velocidad que ellos hubieran deseado. Tras la inicial eclosión ha habido momentos dulces en los que parecía que las ideas ambientalistas iban a triunfar, también años difíciles con regresiones. Han florecido congresos autonómicos, estatales  e internacionales como se detalla en este mismo especial. Se ha empleado mucho tiempo, quizás demasiado, en diatribas terminológicas para ver si lo que se hacía era EA o no; si había que llamarla de otra forma. Mientras tanto, el mundo, las relaciones comerciales y sociales, han cambiado con inusitada rapidez y han engullido ideas trasformadoras y proyectos interesantes. Luces y sombras componen la revisión del tiempo pasado y la proyección del futuro.

También se han consolidado otros programas y algunas administraciones han incorporado la EA como una de las señas de identidad de su intervención educativa. La constatación de la trascendencia de la acción individual en el contexto global; la divulgación de esta relación al conjunto de la sociedad y la consideración de algunos colectivos y de entes administrativos de este supuesto quizás hayan sido unos de los mayores logros de la EA; aunque se encuentren en un estadio todavía incipiente. Poco a poco la sociedad cambia, las visiones sobre lo ambiental incorporan nuevos perfiles. Adaptar las actuaciones a esos cambios no siempre es posible, hay que inventarse estrategias nuevas, buscar otras complicidades; a veces se pierde el tren de la trascendencia. Lo que empezó siendo una defensa ambientalista ha ido trocándose en intervenciones multiformes, lo cual introduce heterogeneidad y obliga a repensar qué es realmente la EA.

La diversidad por principio siempre es positiva, más todavía si en la mayoría de los educadores ambientales queda como una seña común la ilusión por lo que se hace. Han sonado muchas iniciativas promovidas en Galicia, Andalucía, Cataluña, País Vasco, Madrid, Comunidad de Valenciana, etc. No olvidemos que detrás de todas las intervenciones, desde las más grandes de una administración estatal o autonómica hasta la más pequeña, hay unas personas que las impulsan. Son los verdaderos responsables de los avances que hayan podido producirse en la percepción ambiental de los ciudadanos y los cambios conductuales operados; como lo fueron los diferentes grupos ecologistas, las sociedades de Educación Ambiental que nacieron en Cataluña y Baleares (SCEA y SBEA) entre otras. Cada uno podría presentar su microhistoria, que en muchos casos ha pasado desapercibida en el ámbito del Estado pero habrá sido relevante en el entorno próximo; entre todos componen la verdadera Historia de la EA en España. […]

 

Carmelo Marcén Albero, Investigador asociado de Ecología y Desarrollo.

 

 
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