Celina Pérez (Don Benito, 1981) pasó muchos años sentada al piano. Justo hasta que entró en la universidad para estudiar Ciencias Ambientales. Fue su paso por el Conservatorio lo que le hizo la mujer constante que es hoy. «Siempre digo que el piano no te lo puedes preparar un día antes, requiere muchas horas, mucho esfuerzo y mucho ensayo. Eso me ha marcado para ser muy hormiguita y hasta ahora mi experiencia es que trabajando antes o después se ven los resultados».
Con esa disciplina y a sus 37 años lleva adelante su empresa, una consultoría de I+D, que no se conforma con mantener sino a la que ya está pensando en darle más alas. Imparte formación y es mentora de proyectos innovadores de jóvenes con talento.
Desde hace casi cuatro años, además, es la voz de las ideas y las inquietudes de los jóvenes de Extremadura, como presidenta de la AJE (Asociación de Jóvenes Emprendedores de Extremadura), que le ha proporcionado una notable visibilidad pública. Y en octubre fue elegida secretaria de organización de la Ceaje, la patronal de los empresarios españoles menores de 41 años. Su nombre está en la lista de las 'Mujeres influyentes de Extremadura' y su trayectoria es inspiración para quienes se plantean emprender.
De madre maestra y padre profesor de instituto, Celina paradójicamente tenía claro desde bien joven que a ella le gustaba la ciencia pero no la docencia. Por este motivo descartó estudiar Biología y también Farmacia, optando finalmente por irse a Badajoz a hacer Ciencias Ambientales, una titulación que entonces acababa de echar a andar en la Universidad de Extremadura. «Esa carrera auguraba un futuro muy prometedor», recuerda. Y así ha sido.
Tras licenciarse comenzó a trabajar impartiendo formación, en laboratorio y en empresas vinculadas a la rama técnica. En 2008, dio el salto a Ctaex (Centro Tecnológico Agroalimentario de Extremadura), donde se puso al frente de los proyectos de la oficina de transferencia de resultados de investigación. Esto le permitió entrar en contacto directo con la I+D y con el mundo de la empresa.
Cinco años después decidió constituir su propia consultoría privada de servicios de I+D, Innizia, que presta servicios a las empresas con el fin, sobre todo, de que la innovación les resulte rentable. «Funciona muy bien, es bastante reconocida en el sector y mis clientes son recurrentes, los mantengo desde prácticamente los inicios».
Una situación que a cualquiera le daría tranquilidad pero que a ella ya le resulta -dice- «demasiado cómoda». Por eso, 2020 es el año que se ha marcado para ampliar la cartera de servicios que presta a las empresas y salir de la región a buscar nuevos clientes.
«Soy cauta pero nada conformista. Creo que siempre hay que aspirar a mejorar y para eso hay que olvidarse de ideas preconcebidas, abrazar el riesgo y empezar de cero o con nuevos compañeros de viaje o con nuevas líneas en tu negocio».
Conocer a otras empresas fuera del ecosistema de la innovación le llevó a meterse en la Asociación de Jóvenes Empresarios de Extremadura. «Para mí era un entorno en el que compartir las penas y las alegrías porque todos, por edad, habíamos pasado recientemente por el proceso de emprender y nos apoyamos mucho». De ahí pasó a la presidencia -cuyo mandato expira ahora sin idea de repetir- y a entrar en una vorágine de foros, encuentros y actos públicos, que le ha permitido trasladar las inquietudes de los empresarios jóvenes y a la vez, ser una de las pocas mujeres representando a una asociación, en la que la mayoría de sus socios son hombres.
«Hay muy pocas mujeres en el sector tecnológico, pocas en cargos de dirección y muy pocas en cargos de representación de asociaciones empresariales. Pero no porque no se lancen a emprender, sino porque el número de mujeres en las carreras tecnológicas ronda el 10% y eso después lo ves reflejado en las empresas».
La resonancia de sus ideas será ahora mayor, porque acaba de entrar en la directiva de la patronal nacional. «Desde Extremadura tenemos que aprovechar todas las oportunidades que se nos brinden para posicionar a la región fuera de ella». Así entiende su papel la ambientóloga.
Los días de Celina también tienen 24 horas, pero ella los exprime para que además de trabajar (en su empresa, impartiendo formación, asesorando a otros jóvenes...) y acudir a los actos que la invitan, saque tiempo para ella. Le gusta salir a correr, leer, estar con su gente y viajar, sobre todo escaparse a Lisboa. «Vivo muy acelerada y mis días son siempre diferentes, pero de eso no puedo quejarme porque odio la monotonía. Procuro despejarme los fines de semana viajando, porque si tengo un ordenador cerca siempre corro el riesgo de estar enganchada».
Fuente: Hoy Extremadura