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Desde hace más de cuatro años, la cooperativa madrileña de consumidores y productores Bajo el Asfalto está la Huerta (BAH!) demuestra que un modelo alternativo de producción, distribución y consumo es posible.

Todo empezó la primavera del 2000 en Madrid. Era uno de aquellos espacios donde la ciudad se come el campo; una finca rodeada de carreteras y rondas a las afueras de la capital y afectada por la contaminación de las aguas del río Manzanares y por una central de depósitos de hidrocarburos. Con esta acción, los miembros del colectivo impulsor de la iniciativa, autodenominado Bajo el Asfalto está la Huerta, querían denunciar la carencia de conexión entre la población de las ciudades y su entorno, la insostenibilidad de la dinámica urbanística, la mala gestión del suelo agrícola ligada a la especulación urbana y las dificultades para acceder a una alimentación sana.

Reclamaban el cultivo ecológico de tierras públicas en desuso y plantaron árboles, verduras y legumbres. Tenían empuje, y la actividad productiva tiró adelante durante más de un año, hasta que la presión del gobierno autonómico madrileño les obligó a marchar. Pero los grupos de trabajo del BAH habían iniciado, paralelamente, el cultivo de otras parcelas en régimen de arrendamiento y de cesión. El colectivo se trasladó a Perales de Tajuña, a 35 kilómetros de Madrid, para continuar su proyecto.

El BAH denuncia la forma de vida dominante en nuestra cultura, centrada en acumular y multiplicar capital en vez de preocuparse por el bienestar social de las personas. Y denuncia, también, uno de los efectos más visibles de la globalización: los desequilibrios territoriales y la supeditación del desarrollo del medio rural al medio urbano debido al crecimiento y la superpoblación de las zonas urbanas.

Sus ecuaciones son lógicas y contundentes: el crecimiento de las ciudades provoca mayor demanda energética, más residuos y más necesidad de producción masiva de alimentos. Para producir alimentos masivamente se recurre a un modelo de agricultura muy intensiva, muy mecanizada y muy proclive a abusar de pesticidas y abonos químicos. Al fin y al cabo da, como resultado, pérdida de puestos de trabajo en el campo y del patrimonio cultural rural, alimentos de mala calidad y degradación medioambiental. En definitiva, un sistema ecológico y social insostenible a la larga.

Ante estos ciclos de destrucción exponencial, los miembros del BAH defienden la revalorización del conocimiento tradicional de los campesinos que durante miles de años han sabido adaptarse a la naturaleza creando sistemas agrarios sostenibles medioambientalmente gracias a una gestión comunal de los recursos. Para contrarrestar el individualismo imperante hoy día, y sin pretender idealizar otras épocas y modelos que no se caracterizaban precisamente por la igualdad y la justicia social, el BAH reivindica la recuperación de los valores colectivos de antaño y su coexistencia con la aplicación de los principios de la agroecología.

Esta disciplina de origen latinoamericano propone la práctica de una agricultura ecológica teniendo en cuenta la dimensión social, económica y cultural del entorno, para hacer una gestión sostenible del agrosistema. Los miembros del BAH han reinterpretado la agroecología para adaptarla a su contexto concreto, y el éxito de su experimento está sorprendiendo a muchos.

El resultado es un modelo de funcionamiento autogestionado y cooperativo, con la particularidad que integra socios productores y socios consumidores. Los miembros se organizan en grupos autónomos de producción y consumo (por barrios, localidades o colectivos) y todo el mundo participa en la gestión del proyecto. Comparten conocimientos, reflexiones, responsabilidades, obligaciones y beneficios, y siempre toman las decisiones de forma asamblearia.

La distribución de las verduras se hace mediante un sistema de bolsas que se reparten semanalmente entre los socios. Aunque los productos de la bolsa cambien tanto en contenido como en cantidad a lo largo del año, porque los cultivos se adaptan a los ciclos naturales, los socios pagan una cuota fija (actualmente 8 euros) que no tiene nada que ver con el contenido de la bolsa ni con los precios de mercado, sino que se calcula de manera que se cubra lo necesario para mantener el proyecto.

Estas cuotas son la principal fuente de ingresos del BAH, que se complementan con otras acciones como por ejemplo la impartición de cursos de agroecología, la venta de camisetas o aportaciones solidarias, para evitar la dependencia económica de créditos bancarios y subvenciones públicas.

Más información: En la página web de BAH!

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