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Pero no lo hacen por la festividad de Todos los Santos. El ambientólogo Sergi García nos explica cómo la reintroducción de mochuelos, así como otras labores de conservación de hábitats en el cementerio de Montjuïc, está dando sus frutos en cuanto a la recuperación de fauna desaparecida de la ciudad condal.

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Seis ejemplares de mochuelos fueron liberados en Montjuïc allá por diciembre de 2014, recuerda Sergi García, procedentes del centro de recuperación de fauna de Torreferrussa. Al parecer era común este tipo de rapaz nocturna, junto con las lechuzas, en el cementerio de Montjuïc y su declive y extinción en la instalación fúnebre vino aparejada con la construcción de los edificios olímpicos en 1992. “Colocamos seis cajas nido con los ejemplares. Las mantuvimos cerradas para acostumbrarles y luego las liberamos”, recuerda el ambientólogo.

A partir de entonces comenzaron a realizar, al menos un par de noches al año, seguimiento de las aves. “Ha sido un éxito. Al menos hay tres parejas. Una en el Fossar de la Pedrera, otra junto a unos restos arqueológicos y una tercera en las oficinas del cementerio”, asegura. El asentamiento de las aves tiene una explicación: “Es un lugar muy tranquilo, abierto y con muchos agujeros y escondites. Además, tienen ratones, escarabajos con los que alimentarse…”. En una de las inspecciones llegaron a detectar una lechuza. “Antiguamente había y la que vimos seguro que era un ejemplar joven que estaba explorando la zona”, afirma el ambientólogo.

Las rapaces nocturnas no son el único animal que vive en la instalación fúnebre de Montjuïc. También hay una colonia de gatos que gestiona una ong y que alimenta y esteriliza. Pero el camposanto recoge otros insospechados animales. Más concretamente el Mausoleo del President Lluis Companys diseñado con una gran balsa contiene anfibios de tres tipos diferentes: La ranita meridional, el sapo partero y la rana común.

La entidad para la que trabaja Sergi, Galanthus Natura, fue la encargada de reintroducir en el lejano 1999 el halcón peregrino en la ciudad de Barcelona. Comenzaba así un proyecto de recuperación de fauna desaparecida de la ciudad a causa de la acción del hombre. Al halcón le siguió el censo de golondrinas, de vencejos y de cernícalos.

Fue también en 2014 cuando se encargó a Galanthus el mantenimiento anual del estanque de la tumba situada en el Fossar de la Pedrera. “Partimos de la base de que en la ciudad si se gestionan bien las balsas hay especies animales que pueden convivir perfectamente con el hombre hasta el punto que de los estanques de Barcelona se llegó a donar 3.000 renacuajos para repoblar de sapos parteros el Llobregat”, sostiene García.

El ambientólogo sostiene que el mantenimiento del estanque de Companys es de las intervenciones más “suaves”. Una vez al mes se retiran las algas y cada cierto tiempo se hace una poda de vegetación acuática. “Es una instalación muy natural, se vacía muy pocas veces y no hay plásticos ni otros contaminantes”, informa. Asegura que a diferencia de otras balsas de la ciudad, en la tumba del President, nunca nadie echa peces. “Es una gran equivocación liberar peces en una balsa porque no es su hábitat. En la naturaleza no puede acceder los peces a una balsa aislada. Cuando sueltan peces en un estanque se comen todo y el hábitat queda todo desequilibrada”, asegura. Aunque resulte paradójico, entre tumbas y mausoleos nace vida en forma de ranas, mochuelos y gatos.

 

Fuente e imagen: El País

 

 
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