Que China haya sido el vertedero del mundo durante dos décadas no pilla a nadie por sorpresa. En los 80 el gobierno chino decidió dar vía libre a la importación de determinados residuos. Desde entonces las empresas de gestión de residuos se han dedicado a clasificarlos y a enviarlos al gigante asiático, desentendiéndose del resto del proceso: durante décadas, reciclar era deslocalizar la contaminación. En 2017, la crisis medioambiental heredada ha hecho endurecer la normativa de importación de residuos a las autoridades chinas.
Imagen de Daily Mail
En 2016, China importó 7.350.000 toneladas de plástico y Hong Kong, otras 2.850.000. En total importaron casi el 70% de todos los residuos plásticos que se movieron el mundo ese año. Eso sin contar el papel, la chatarra o los textiles. En los años 80, ante la escasez de ciertas materias primas, el Gobierno chino decidió comenzar a importar ciertos residuos especialmente útiles (plástico, papel, escorias minerales o desechos textiles). Hoy, en medio de una crisis ecológica sin precedentes, se ha dado cuenta de que se les ha ido de las manos.
La situación china es demencial. En verano de 2017, más de 800 empresas fueron expedientadas por no cumplir con las normas de reciclaje. Y, pocos meses después, las autoridades arrestaron a más de 259 personas por la importación ilegal de 303.000 toneladas de basura. El negocio de la basura es una orgía de sustancias tóxicas, trabajadores en pésimas condiciones y dinero negro. Un descontrol peligroso.
Los Departamentos de Aduanas y de Impuestos Especiales de China publicaron en 2017 el programa de restricción y prohibición de las importaciones de diversos flujos de material recuperado, conocido como “National Sword”. Ahora, una nueva ley (que entra en vigor en enero) acaba de prohibir las importaciones de 24 tipos de residuos. China, en detrimento de su propio medio ambiente y la salud de sus habitantes, se ha quedado con la basura del mundo durante años. Pero ante la enorme montaña de residuos que tienen entre manos, el mundo occidental se pregunta: “¿Y ahora qué?”
Hasta ahora el acuerdo era fantástico. La mayoría de países del mundo podían deshacerse de enormes cantidades de residuos por un buen precio, mientras que China, reciclando esa basura, suplía su enorme hambre de plástico, metal y papel. Un win-win en el que solo perdía el medio ambiente chino.
Sin embargo, la decisión de bloquear las importaciones cambia de forma radical el terreno de juego. Y, de paso, saca a la luz pública un serio problema: en una enorme mayoría de los casos, las campañas internacionales de reciclado eran una 'coartada' para la exportación masiva de basura a China donde ha sido tratada sin ningún cuidado ni control. Durante décadas, “reciclar” ha sido realmente deslocalizar la contaminación.
Cientos de empresas de gestión de residuos llevan 20 años dedicándose a clasificar residuos y a enviarlos al gigante asiático. Lo que pasara allí es un misterio. Ese era todo su modelo de negocio, un modelo de negocio que ya se ha terminado y nos sitúa al borde de un enorme problema que toca a todos los países del mundo.
En Reino Unido esto ya se vive como una auténtica crisis del plástico y la situación en el resto de países de Europa y Latinoamérica no se queda a la zaga. No obstante, no hemos aprendido nada: en las posibles soluciones, sigue imperando el precio y ya se habla de exportar a la India o a Nigeria. Y vuelta a empezar.
Fuente: modificado de Xataka