Fundación AQUAE se suma activamente al Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, que se celebra este año bajo el lema "Superando juntos las sequías";. Para ello ha realizado una infografía en la que analiza la situación española y explica las causas y consecuencias del déficit de lluvias.
La desertificación es uno de los mayores problemas medioambientales que compromete a la capacidad de la tierra para mantener la salud del planeta. Cada año más de 24.000 millones de toneladas de suelo fértil desaparecen y dos tercios de la Tierra están sometidos a un duro proceso de desertificación, según afirman desde el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Las sequías, su frecuencia e intensidad, están aumentando por la acción del cambio climático.
Entre 1900 y 2019 el déficit de lluvias ha afectado a 2.700 millones de personas en todo el planeta y provocado 11,7 millones de muertes, según afirma la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD). Sus previsiones actuales auguran que para 2050 las sequías podrían afectar a más de tres cuartas partes de la población mundial.
España es la región europea más amenazada por los efectos de la desertificación. El país cada vez es más árido y seco. En España, las sequías han aumentado casi un 30% en frecuencia e intensidad en los últimos 20 años. La falta de agua en el suelo y de humedad en el aire han incrementado la aridez del territorio de nuestro país desde 1990. Y hoy, el 20% del territorio español está catalogado como ‘degradado’, según datos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.
Como recuerda Fundación Aquae a través de su infografía, el cambio climático amenaza con convertir en desierto el 80% del territorio español antes de que acabe este siglo. Las zonas más afectadas son la Comunidad de Madrid, Castilla-La Mancha, la Comunidad Valenciana, la Región de Murcia y el sur de la provincia de Almería.
Desde el comienzo del Siglo XXI se han registrado en España dos de los años más secos: 2005 y 2017. El panorama del año actual no resulta alentador. Este junio, los embalses nacionales están al 48,2% de su capacidad total, un 17,08% menos que en las mismas fechas de hace un año, según datos de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET). En concreto, en este momento los embalses almacenan 11.518 hectómetros cúbicos menos que la media del decenio, lo que representa un
descenso del 29,87%.
Junto a la reducción de las precipitaciones y los cambios en las condiciones del clima, la despoblación del medio rural, la falta de gestión del territorio, la presión insostenible sobre los recursos naturales, los incendios forestales y el envejecimiento de la población destacan entre las causas de la desertificación de nuestro país. Queda patente que la acción humana es una de las principales amenazas para el medio ambiente.
Las consecuencias que genera esta situación son la disminución de las reservas de agua potable, la pérdida de biodiversidad, la inseguridad alimentaria y un mayor riesgo de aparición de enfermedades zoonóticas. Según la ONU, alrededor del 60% de todas las enfermedades infecciosas en los humanos y el 75% de las enfermedades infecciosas emergentes son zoonóticas, es decir, se transmiten entre animales y seres humanos.
La celebración anual del Día de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, declarado oficialmente por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1997, destaca entre sus objetivos las acciones de sensibilización de la opinión pública sobre este problema. Además, busca demostrar que es posible combatir con eficacia la desertificación y la sequía, que existen soluciones y que las herramientas fundamentales para lograrlo radican en el fortalecimiento de la participación comunitaria y en la cooperación a todos los niveles.