Fundación Aquae alerta sobre la necesidad de proteger y preservar las montañas de las amenazas y consecuencias del cambio climático, ya que de su salud depende la sostenibilidad del planeta. La degradación de los suelos, el deshielo o la propagación de incendios son fenómenos que se están acelerando debido al incremento global de las temperaturas y a este respecto, cabe recordar que, según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), a finales del siglo XXI las emisiones de gases de efecto invernadero habrán producido un calentamiento global medio de entre 1,1 y 6,4 grados centígrados.
Fundación Aquae recuerda que la conservación de la biodiversidad en las montañas, en donde se origina el 70% del agua dulce del mundo, es la cuarta meta del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 15 de la Agenda 2030 de la ONU. Según apunta Fundación Aquae, el calentamiento global está modificando inevitablemente el ciclo hidrológico de los sistemas montañosos y, en particular, las pautas de las precipitaciones y la estacionalidad de la libre circulación del agua de lluvia sobre el terreno (escorrentías). En este sentido, y según los expertos, los efectos del calentamiento se están traduciendo en la reducción y desaparición de los glaciares, una acumulación menor de nieve y un deshielo prematuro que afecta, principalmente, a aquellos territorios en los que el agua proviene mayoritariamente de nieve derretida y en los que viven más de 1.000 millones de personas.
Por otro lado, estos cambios en los caudales de agua también incrementan los fenómenos meteorológicos extremos, como lluvias torrenciales u olas de calor, incrementando los períodos de sequía, los incendios y la desertización de distintas regiones. Igualmente, el derretimiento de los glaciares y de las superficies permanentemente congeladas (permafrost), aumenta los desprendimientos de rocas y suelo, intensificando los riesgos de derrumbes, aludes o inundaciones por desbordamiento repentino de lagos.
Afectación a la fauna y la flora
Este clima más cálido está provocando que las franjas de vegetación y la línea de la nieve suban, lo que tiene una honda repercusión en la flora y en la fauna, y aunque, a juicio de los expertos, se incrementará el número de especies que podrán sobrevivir a mayor altura, también se extinguirán otras más frágiles a causa de la competencia y la pérdida de hábitat.
Por último, y si bien el cambio climático puede producir beneficios locales al permitir sembrar cultivos a mayor altura e incrementar la productividad de las plantas, también empeora las condiciones de vida de la mayoría de los habitantes de los sistemas montañosos del sur, por malas cosechas o pérdida de ganado. Además, los cambios en las pautas de la nieve afectarán a la industria del turismo ocasionando cuantiosas pérdidas económicas.
Fundación Aquae, enfocada al impulso de iniciativas frente al cambio climático y con especial atención al agua como recurso natural esencial, recuerda el papel crucial de los sistemas montañosos en el ciclo hidrológico del planeta que, como se indicaba anteriormente, aportan 70% del agua dulce del mundo, acogen la vida del 15% de la población mundial, y una cuarta parte de los animales del planeta viven en ellas.
Asimismo, estos sistemas juegan un papel fundamental en la generación de energías renovables, especialmente energía hidráulica, solar, eólica y biogás; son un almacén de hielo y nieve esencial en el ciclo de la generación de agua dulce, y constituyen una barrera natural a la circulación del aire al provocar su elevación hasta la troposfera –capa de la atmósfera en la que se forman las nubes que generan precipitaciones–.
Los sistemas montañosos cubren casi un cuarto de la superficie terrestre (22%) y cerca de la mitad del territorio de España que, con una altitud media superior a los 600 metros sobre el nivel del mar, convierte a nuestro país en el segundo más alto de Europa, solo por detrás de Suiza.