Leemos en Cinco Días un interesante artículo sobre la necesidad de impulsar el transporte público.
La receta de los expertos para mejorar la calidad del aire en las grandes ciudades no ha cambiado tras el paso por España y Europa de la primera oleada del coronavirus.
Los mensajes que deja la pandemia, sin embargo, parecen contradictorios: por un lado, el confinamiento ha demostrado hasta qué punto la salud pública en las urbes se resiente del tráfico motorizado. Pero, por el otro, las autoridades han impulsado el uso de vehículos privados, coches incluidos, como medida para evitar el riesgo de contagio en el transporte público. Los investigadores aseguran, no obstante, que la paradoja tiene solución.
Alrededor de 11.000 muertes vinculadas a la contaminación del aire se evitarán en los próximos meses y años en Europa gracias a una repentina e inédita disminución de los niveles de dióxido de nitrógeno (NO2) y partículas en suspensión (PM10) registrada en abril por efecto de una caída del 37% de la generación de energía a partir del carbón y del 33% en el uso del petróleo, provocada por la cuarentena.
Solo en España habrá 1.081 fallecimientos menos, 2.083 en Alemania, 1.752 en Reino Unido, 1.490 en Italia, 1.230 en Francia y 609 en Portugal, de acuerdo con un estudio del Centro de Investigación sobre Energía y Aire Limpio (CREA, por sus siglas en inglés).
Si en el conjunto de los 20 países europeos analizados el nivel de NO2 bajó en abril un 37% con respecto al mismo periodo del año pasado, y el de PM10, un 12%, en España estos dos contaminantes se desplomaron un 51% y un 19%, respectivamente.
“Tal vez sea demasiado fácil ignorar la contaminación cuando es una constante”, subraya el analista jefe del CREA, Lauri Myllyvirta. Por el contrario, “la crisis ha mostrado cómo serían las ciudades si hiciéramos la transición a unos sistemas de transporte y energía limpios”, añade.
En la misma línea, un estudio de Ecologistas en Acción constata cómo la media de las concentraciones de NO2 en las redes de estaciones de medición de las 26 principales ciudades españolas entre el 14 de marzo –día en que se decretó el estado de alarma– y el 30 de abril es un 58% inferior a la media del mismo periodo de los 10 años anteriores.
Mantener estos niveles también cuando la emergencia sanitaria haya remitido es posible, en opinión de Miguel Ángel Ceballos, miembro de la organización y coordinador del informe.
“Se trata de reducir los desplazamientos diarios y que estos sean lo más cortos posible”, dice. Por ello, no se deben abandonar prácticas que hemos aprendido a desarrollar en el confinamiento, como el teletrabajo, las compras en tiendas de proximidad o los trámites a través de la Administración electrónica.
Está claro que las medidas de seguridad para evitar la infección durante su uso se tienen que seguir a rajatabla. No obstante, si hay que reducir el aforo de los vehículos para mantener la separación entre los usuarios, es igualmente necesario “incrementar frecuencias y velocidades comerciales”, advierte. “Eso requiere una financiación por parte de las comunidades autónomas, los ayuntamientos y, sobre todo, del Gobierno”.
De momento, no hay señales en este sentido, según Ceballos. Y Myllyvirta destaca que “los países europeos han avanzado en la reducción de la contaminación del aire en el sector eléctrico, pero queda mucho trabajo por hacer, sobre todo en el transporte”. Sin abordar este último fleco, asegura, “la reanudación de la actividad económica será imposible”.
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