El informe elaborado por Ecologistas en Acción analiza los datos oficiales de dióxido de nitrógeno (NO2) recogidos en 129 estaciones de medición, repartidas entre las 26 principales ciudades del Estado español (todas las mayores de 150.000 habitantes con más de una estación), entre marzo y octubre de 2020 y de los diez años anteriores. Muestra, por tanto, el efecto del confinamiento en la calidad del aire urbano, y la evolución de esta a lo largo de las diferentes fases de la desescalada y la “nueva normalidad”.
Entre sus principales conclusiones destacan:
- Los niveles de contaminación atmosférica por NO2 en el conjunto de las ciudades estudiadas son un 38 % inferiores en los ocho meses que van de marzo a octubre de 2020 que en la media de los meses equivalentes en la década anterior (2010 a 2019).
- La reducción es generalizada para todas las ciudades, aunque oscila entre el 23 % de Cádiz y Málaga y el casi 50 % de ciudades como Vigo, Palma, Vitoria, Alicante, València, Santander y A Coruña. En Madrid y Barcelona el descenso de las concentraciones de NO2 es del 41 %, mientras que Sevilla muestra una reducción del 36 % y Zaragoza del 30 %.
- Tras la declaración del primer estado de alarma, el 14 de marzo, se produjo una reducción drástica de los niveles de contaminación atmosférica por NO2 en las principales ciudades españolas. La reducción fue notable en estas fechas (14 de marzo a 20 de junio), cuantificada en hasta un 52 % respecto al mismo periodo de la última década.
- Los niveles de NO2 registrados durante el primer estado de alarma son los más bajos para los meses de marzo, abril, mayo y junio de la última década en todas las ciudades analizadas. Se mantienen además muy por debajo del valor límite legal, incluso en las estaciones orientadas al tráfico donde se superan estos umbrales con frecuencia.
- Con el fin del primer estado de alarma y el inicio del verano, el 21 de junio, empiezan a verse más diferencias entre ciudades, que podrían estar motivadas por los distintos ritmos de vuelta a la actividad habitual según los sectores predominantes. Esta conclusión viene reforzada por la vuelta a niveles parecidos a los habituales (solo un 15 % inferiores a la media) en las ciudades andaluzas y del País Valenciano, que tienen un fuerte sector turístico. Para otras ciudades como las gallegas o como Palma (dependiente de un turismo extranjero que apenas ha existido este año), la diferencia con la media de los años anteriores es del 40%. En el conjunto de las ciudades estudiadas, en verano de 2020 los niveles de NO2 fueron un 28% inferiores a los de la década anterior.
- La reducción total de la contaminación en septiembre y octubre es del 29 % respecto a la década anterior, pero mientras en ciudades como Málaga la calidad del aire es muy parecida a la habitual (solo un 4 % menos de NO2 en 2020), en Oviedo la diferencia con la década anterior se incrementa del 37 % durante el estado de alarma hasta el 47% en otoño. En particular en el mes de octubre, se han producido más puntas de contaminación por NO2. Aunque las medias mensuales siguen estando por debajo del valor límite anual legal, se observa una clara tendencia al alza en la mayoría de ciudades.
- El uso de un periodo de estudio de ocho meses permite descontar el efecto de la meteorología y da robustez a las conclusiones: aunque en casos puntuales, como en el este y sur de la Península durante la primavera, la meteorología pueda haber contribuido a rebajar los niveles de contaminación, la extensión espacial y temporal de estas reducciones apunta a la reducción de las emisiones de transporte e industria como el factor decisivo.
- El dióxido de nitrógeno (NO2) es el contaminante típico emitido por los tubos de escape de los automóviles (además de por las calderas industriales y domésticas), por lo que su evolución está directamente ligada a las emisiones del tráfico motorizado. Es esta su principal fuente en las ciudades y el principal factor que influye en la calidad del aire urbano.
- El NO2 provoca cada año en España alrededor de 7.000 muertes prematuras, según el Instituto de Salud Carlos III y la Agencia Europea de Medio Ambiente (datos del último año disponible, 2018). Es un gas irritante que agrava las enfermedades respiratorias y merma la resistencia a las infecciones. Diversos estudios están relacionando la mortalidad de la enfermedad COVID-19 con la contaminación atmosférica.
- La crisis de la COVID–19 demuestra que la reducción estructural del tráfico motorizado y los cambios en las pautas de movilidad son la mejor herramienta para rebajar la contaminación del aire en las ciudades.
- El final del periodo más agudo de la crisis no puede llevar a una vuelta a la normalidad en lo que a movilidad se refiere, y mucho menos a un aumento del uso del vehículo motorizado privado en detrimento de formas de movilidad más sostenibles, como parece indicar el aumento de los índices de tráfico para casi todas las ciudades, en los últimos meses.
En definitiva, esta dramática situación creada por la COVID–19 viene a corroborar algo en lo que viene insistiendo Ecologistas en Acción y toda la comunidad científica: que la reducción del tráfico motorizado en las ciudades tiene claros efectos en la disminución de la contaminación, algo que a su vez supone una importante mejora de la salud pública.
Durante la desescalada que siguió al primer estado de alarma se establecieron algunas medidas beneficiosas para la salud y el bienestar general, como la ejecución de carriles bici y carriles bus en algunas ciudades. Pero esa política no ha sido generalizada e impulsada con decisión por las instituciones. La infundada percepción del transporte público como un lugar no seguro debe contrarrestarse mediante el refuerzo de las líneas de autobús, metro y cercanías ferroviarias, procurando tasas de ocupación razonables. La viabilidad del transporte colectivo debe asegurarse asimismo mediante una ley de financiación.
Para evitar la vuelta a patrones de movilidad insostenibles, Ecologistas en Acción propone que en la nueva normalidad se establezcan y consoliden buenas prácticas como la compra de proximidad, el teletrabajo voluntario, la administración electrónica o el escalonamiento de horarios laborales. Además, debe potenciarse la movilidad activa peatonal y ciclista, cediendo más espacio para estos medios y estableciendo el límite de velocidad urbana en 30 kilómetros por hora, como primer paso hacia la implantación de zonas de bajas emisiones ambiciosas en todas las ciudades mayores de 50.000 habitantes.
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