La subscripción a una revista científica de pago puede costar hasta 40.000 euros al año; para un investigador, publicar en una de ellas puede suponer entre 500 y 5.000 euros por artículo. Frente a esta realidad, la pandemia ha puesto en evidencia que los artículos científicos revisados por pares —la revisión realizada por expertos previa a la publicación— en revistas de acceso abierto y los datos científicos de libre acceso facilitan el desarrollo de la investigación científica, tal y como defiende la UNESCO.

prueba de laboratorio

"Al inicio de la pandemia, las revistas científicas publicaron en abierto los artículos relacionados con el SARS-CoV-2, lo que ayudó tanto a los profesionales de la salud como a la comunidad científica a colaborar a escala mundial", indica Marta Aymerich, vicerrectora de Planificación Estratégica e Investigación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

Aymerich explica que, más allá de la crisis de la pandemia, "el acceso abierto es positivo, porque la investigación es accesible para quien la quiera consultar, sea para saber más, para aplicar sus resultados o para seguir construyendo conocimiento". "Además, gracias al acceso abierto, que se conozca un trabajo científico no depende de los intereses privados de una revista, sino del interés que suscite la investigación en sí, por lo que aumentan las posibilidades de colaboración", añade.

La UOC muestra su apuesta para que sus investigadores compartan en abierto sus resultados científicos, entre otros conocimientos generados en la institución por diversos colectivos, gracias al Plan de acción Conocimiento Abierto. Dentro de dicho plan, la universidad aprobó este mismo año una política de conocimiento abierto que favorece que estén disponibles en abierto no solo las publicaciones científicas y académicas, sino también las del estudiantado, la documentación institucional y los datos de investigación.

El objetivo es "reforzar y consolidar nuestra apuesta por el modelo open que se está extendiendo globalmente", apunta Pastora Martínez Samper, vicerrectora de Globalización y Cooperación, quien participa en foros estatales e internacionales que impulsan la ciencia abierta. "Estamos transformando la UOC en un nodo abierto que proyecte el conocimiento y que, al mismo tiempo, pueda conectar con contribuciones externas y enriquecerse", incide.

Los investigadores apuestan por compartir el conocimiento

La búsqueda de soluciones científicas a la crisis de la COVID-19 ha actuado como un acelerador del debate sobre la necesidad de compartir el conocimiento. "Tenemos que apostar por plataformas públicas de publicación y revisión", señala Alexandre López Borrull, investigador de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación y miembro del grupo de investigación en Aprendizajes, Medios de Comunicación y Entretenimiento (GAME). López Borrull incide en la problemática que supone pagar no solo por leer contenidos científicos, sino también por publicarlos: "si desplazamos el pago a la publicación y no a la lectura, todo el mundo podrá leer, pero no todos podrán publicar".

Otra vía es "poner en marcha mecanismos complementarios de evaluación de la productividad científica que apoyen la política de la publicación en acceso abierto", indica el catedrático Albert Sangrà, investigador del grupo Edul@b, de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación. "La comunidad científica valora las revistas abiertas bien situadas en los índices de impacto [un instrumento para comparar publicaciones de un mismo campo científico], aunque muchas de ellas no están bien indexadas", añade Sangrà.

Compartir datos científicos

Además de las publicaciones, el acceso abierto supone también compartir los datos de la investigación. Diego Redolar, subdirector de investigación de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación e investigador del grupo Cognitive Neurolab de los Estudios de Ciencias de la Salud, señala que en neurociencia, su campo de especialización, existen varias bases de datos en abierto y en línea que ofrecen diferentes tipos de información de interés. "No hay que tener miedo de publicar nuestros estudios, ya que el tratamiento que se hace es muy cuidadoso y nos permite trabajar con una mayor cantidad de datos depurados".

En campos como el de la educación, según los investigadores, queda camino por recorrer para mejorar la calidad de las bases de datos. Juliana Raffaghelli, investigadora del grupo Edul@b de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación, señala que "las investigaciones en educación trabajan con datos recogidos en una clase, en entrevistas o en grupos focales, y la mayoría no pueden ser reutilizados porque no cuentan con suficiente calidad".

A Raffaghelli sí le preocupa el uso que se hace de determinados datos abiertos, como los repositorios de imágenes en redes sociales, que pueden acabar siendo usados de manera éticamente cuestionable. "He aprendido a anonimizar mis datos y a trabajar con un acceso abierto que requiere la identificación de usuarios y motivos de uso", concluye la investigadora.

 

Fuente: UOC

 
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