En mi anterior artículo citaba el debate que ha suscitado la ley de residuos 22/2011 en relación a los Sistemas Integrados de Gestión, por sus siglas SIG, frente a los Sistemas de Depósito, Devolución y Retorno (SDDR) por la polémica aplicación de un hipotético SDDR para los residuos de envases de bebidas.
A través del SIG los envasadores de los productos que llegan al consumidor final financian la recogida de los residuos de envases a través de convenios con los municipios. En los SDDR son los compradores de los productos los que pagan una cantidad en concepto de depósito una vez compran el producto. La cantidad aportada es devuelta en el momento en que retornen el residuo de envase.
Para redactar el contenido del siguiente apartado me he valido, además de las fuentes citadas, de un interesante artículo de Teresa Barajas aparecido estos días en la edición impresa del diario El Economista.
Argumentos propuestos por los defensores de mantener el actual sistema SIG, léase asociaciones empresariales representantes de los sectores de la alimentación, bebidas y de la distribución, la Confederación Española del Comercio, Ecovidrio y Ecoembes:
La implantación del SDDR no responde a un criterio lógico ni medioambiental. El actual sistema cumple ampliamente los objetivos de recuperación y reciclado fijados por Europa; en 2010 un total de 1.214.727 toneladas de residuos de envases fueron recicladas, lo que se traduce en que un 66% de los envases adheridos al SIG de Ecoembes se están reciclando frente al objetivo establecido por la Unión Europea de un 55%. Luego si funciona bien; ¿Por qué cambiarlo?
La mayoría de los países de la Unión han optado por un SIG. Solo cinco de veintisiete países europeos apuestan por el SDDR.
Altos costes de implantación en términos comparativos. Según la consultora ambiental Sismega, el coste inicial de la implantación del sistema requeriría la instalación unas 20.000 máquinas en establecimientos comerciales (el coste medio por maquina se estima en unos 18.000€) y la construcción de 79 plantas de conteo destinadas a gestionar los envases recuperados manualmente en aquellos comercios que por su tamaño no pudieran instalar dichas máquinas. Todas las inversiones, según el estudio de la citada consultora, tendrían un coste de 465 millones de euros, a lo que se le sumaría el coste neto anual de mantenimiento estimado en 570 millones de euros. Y, continúa el estudio, todo esto para gestionar el 9% de los envases (los relacionados con las bebidas) cuando Ecoembes y Ecovidrio los están gestionando en su totalidad con un presupuesto anual de 440 millones.
Inversión inasumible para el pequeño comercio. La Confederación Española de Comercio cifra en 80.000 los pequeños comercios que no tendrían ni recursos ni espacio para equiparse con las máquinas de devolución de envases.
Ineficiencia e incompatibilidad. Según la Asociación de Distribuidores, Autoservicios y Supermercados la implantación de un SDDR es una duplicación de los sistemas, y por lo tanto incurre en un sobrecoste, además alegan que es incompatible con la estructura alimentaria actual.
Para recopilar los argumentos de los partidarios de la implantación del SDDR para los residuos de envases de bebidas he considerado la postura de Retorna, una iniciativa sin ánimo de lucro integrada por ONG's ambientales, asociaciones de consumidores, sindicatos e industrias del reciclado:
Los envases vacíos se convierten en materia prima, no se mezclan con otros productos y llegan al reciclador en las mejores condiciones para su aprovechamiento.
Menos basura en las calles. La mayor parte de la basura que se encuentra en las playas, calles y el campo son envases de bebidas (latas, botellas de plástico, briks...). Con el SDDR estos envases tienen un valor, y si sus dueños los tiran, siempre habrá alguien a quién le interese recogerlas y recuperar ese incentivo.
Sistema transparente. El flujo de envases y depósitos está perfectamente controlado por el operador y por las administraciones responsables.
Ahorro municipal. Disminuiría la cantidad de residuos de envases que van a parar a los vertederos e incineradoras, cuyo coste lo asumen actualmente los ayuntamientos. Además, al haber menos basura en las calles, en las papeleras y alrededores, el servicio municipal de limpieza –que es un gran coste para los ayuntamientos- puede reducirse, con el ahorro correspondiente.
Conciencia ciudadana. El SDDR hace participar activamente a los ciudadanos en la gestión de sus residuos, la gente percibe lo que consume y el valor de la materia que muchas veces se tiraba sin más. También percibe que su esfuerzo merece la pena; ve el resultado.
Generador de empleo estable y de calidad. Los SDDR se han mostrado como creadores de empleo verde debido a la calidad y cantidad de materia que se recupera, a la eficacia del sistema y a la amplia participación de la ciudadanía.
Menos emisiones de CO2. Con los SDDR se reducen emisiones de CO2 por dos lados: por uno, se recogen y gestionan los residuos que antes se tiraban y acababan en vertederos, incineradoras o en la calle. Por otro, producir los recursos naturales que se desaprovechan también implica mayores emisiones.
A continuación podéis ver un vídeo sobre una campaña de Retorna que promociona la implantación del SDDR para residuos de envases (en mi último post, que os he indicado anteriormente, podéis ver un vídeo sobre el SIG de Ecoembes):
Entonces, ¿qué sistema de gestión de envases es mejor?
Realmente es difícil ser taxativos y decantarse por uno de los dos. Los datos y argumentos presentados por cada parte podrían indicar que en la teoría es preferible el SDDR; sin embargo, parece que existen motivos económicos, medioambientales y lógicos suficientes que hacen, cuanto menos, cuestionable la implantación práctica de este sistema en detrimento del SIG de Ecoembes/Ecovidrio. En cualquier caso, lo único que está claro es precisamente eso: no hay nada claro. En este sentido, echo de menos un estudio independiente que analice ambos sistemas con rigurosidad e imparcialidad y analice la existencia de sinergias entre ambos porque, quién sabe, quizá puedan coexistir o crear un modelo mixto.