“Diario de un nefelibata” es el primer libro de Javier Martínez de Orueta, ambientólogo, educador ambiental y técnico en Medio Ambiente enamorado de las nubes y la observación del cielo. Tal y como él mismo reconoce en su introducción, no es un libro científico al uso, sino más bien una edición divulgativa con un lenguaje sencillo al alcance de cualquier persona que no sea experta en la materia.
Dicen que las personas nefelibatas son aquellas que andan por las nubes. ¿Cuántas broncas aguantamos de pequeños (y alguna que otra de mayor) por tener “la cabeza en las nubes”? ¿Cuántas veces jugamos a buscar formas mirando al cielo? ¿Cuántos refranes escuchamos a nuestros abuelos que justificaban la lluvia o la tormenta? Levantar la cabeza y mirar al cielo ha formado parte de nosotros desde siempre.
Para Javier un día despejado es una maldición. Su paraíso no está en la tierra sino arriba, en el cielo y más concretamente en las nubes. Descubrir sus formas, conocer cómo evolucionan, disfrutar de sus colores… Pueden parecer algo caprichoso, caótico e incluso poético, pero no hay nada más científico que una nube. Esa colección de millones de gotas microscópicas de agua obedece a leyes y principios físicos que merecen horas de observación y estudio. Diario de un nefelibata es el resultado de años de trabajo por parte de Javier, de cientos de horas mirando al cielo y también de la solidaridad de muchos amigos y compañeros de observación que quisieron aportar su granito de arena cuando abrió una cuenta de crowdfunding para poder financiar la edición.
-¿Cuándo de das cuenta de que mirar al cielo es para ti algo más que un juego infantil?
-Me gustaba hacerlo desde pequeño. Siempre me llamó la atención, pero hasta que no marché en 2013 a estudiar a León el graduado de Ciencias Ambientales, no entré de lleno en el tema de la climatología. Había una asignatura de meteorología, pero el temario era muy grande y el tema de las nubes es algo que pasa casi desapercibido. Empecé a investigar, vi que poseían una clasificación muy parecida a la que tienen las plantas o los animales y que tenían nombres y apellidos. Soy muy activo en redes sociales y empecé a seguir a gente especializada, me compré una cámara e hice un trabajo de campo muy intenso. Intentaba salir a todas horas, siempre hacía fotos con la cámara o el móvil, cuando llegaba a casa comparaba mis imágenes con las que salían en los libros y también estudiaba por mi cuenta. Soy muy autodidacta, todo lo aprendí de los libros y de otra gente que me ayudó mucho y que son los que ahora escriben el prólogo del libro. Al principio sé que fui un poco pesado porque los freí a preguntas y ellos a su vez me hacían otras para que yo reflexionase.
-¿Es una pasión más extendida de lo que se cree?
-Sé que a mucha gente le atrae el tema, pero pasa desapercibido, así que en 2016 me planteé compartir todo lo que conocía con el público general. En aquel momento estaba haciendo un curso de Impacto Medioambiental en Gijón y, el último día de clase, nos dijeron que si queríamos podíamos hablar sobre algo de lo que tuviésemos experiencia. A través de eso empecé a valorar el planteárselo a universidades con grados de ciencias ambientales, centros de interpretación, clubes de prensa, museos, instituciones públicas o privadas donde yo veía que esto podía encajar y luego llegó un punto en el que se despertó la ilusión de publicar el libro. La verdad es que estoy muy agradecido porque casi el 90% de lo que recaudamos fue de la gente que me sigue en redes sociales desde hace años.
-¿Qué le dirías a los que aún creen que el cambio climático es una invención?
-Que existe. También hay que decir que ha habido cambios climáticos naturales a lo largo de la historia de la Tierra. Ahora puede que esté sucediendo uno, pero nosotros lo estamos acelerando y toda la comunidad científica refrenda que es así. Es un tema del que nos tenemos que concienciar y realizar acciones que nos impliquen directamente. Pedimos responsabilidades con el tema de las industrias y las emisiones, pero nosotros también podemos poner nuestro grano de arena reciclando, yendo al trabajo en bicicleta, usando el transporte urbano o coches eléctricos… Estamos viendo cómo el cambio de la temperatura de la Tierra está aumentado de manera exponencial. Concretamente en Asturias, por lo que hemos visto a lo largo de una serie climática bastante larga, vemos que la temperatura va aumentando poco a poco, pero en el tema de las precipitaciones ese patrón todavía está un poco inexacto. Antes llovía de forma más regular o continua y, desde hace unos años, observamos que lo hace en momentos puntuales del año. Pero cuando sucede, en tres días puede llover todo lo que va a llover en el año.
–¿Para qué nos deberíamos preparar?
-Sobre todo para el aumento de la temperatura de la Tierra. A determinados grados ya no vamos a poder hacer cosas que hacíamos antes. Actualmente esto también implica que los polos se están descongelando, todo ese hielo se convierte en agua y el aumento del nivel del mar está ocurriendo. En casi todo el mundo, la mayoría de la población vive en zonas pegadas a la costa, por lo que muchas ciudades van a ir viendo cómo pierden terreno poco a poco. En Asturias lo hemos vivido con el tema de los temporales y las olas entrando varios metros en los paseos marítimos. Al aumentar la temperatura vamos perdiendo biodiversidad y también aumentan las plagas y otras enfermedades. En el futuro esto se va a intensificar y no se va a poder revertir el proceso.
Entrevista original y completa en fusionasturias.com