Elena Guillén Rodríguez, ambientóloga e investigadora de Profactor y coordinadora del proyecto europeo INKplant. Dirige un consorcio de 19 empresas, centros de investigación, universidades y hospitales de 7 países al que la Comisión Europea ha concedido 6 millones de euros para respaldar la creación de una nueva gama de materiales biocompatibles con los del organismo humano que sirvan como medicina regenerativa a través de implantes personalizados para solucionar problemas en las articulaciones.
“ Qué importante es en una familia inculcar que la educación es la gran base para desarrollarte. Es relevante que mis padres, de pequeños pueblos, Pedrera y Gilena, que no ha tenido en su entorno muchas opciones para formarse, impulsaran en sus tres hijas que valoráramos al máximo la educación. Y para las tres ha sido decisivo ese respaldo, ese criterio, y gracias a eso nos dedicamos a actividades que nos gustan y que son muy gratificantes. Si he sido capaz de liderar consorcios europeos de investigación es porque mis padres me educaron desde niña en la importancia de la formación ”.
Nos lo confiesa Elena Guillén Rodríguez, nacida en Sevilla hace 38 años, criada en El Cerro del Águila, barrio de clase trabajadora. Dirige desde Austria el proyecto INKplant , seleccionado por la Comisión Europea y financiado con 6 millones de euros, en el que ha establecido un consorcio de 19 socios de 7 países para hacer realidad la medicina regenerativa y normalizar la creación de implantes personalizados para rodillas, dientes y otras partes del organismo humano mediante el uso de biomateriales innovadores e impresoras 3D de alta resolución. Un tema que a todos nos concierne porque con el aumento de la esperanza de vida llegamos a edades en las que con más frecuencia acontecen problemas relacionados con las articulaciones y los huesos.
Elena Guillén está en Sevilla a falta de menos de un mes para ser madre por vez primera, es niña. Su pareja es austriaco y trabaja en la Universidad de Salzburgo, se conocieron en un congreso científico. Residen en la ciudad de Linz, de 200.000 habitantes, muy industrial, y con mucha actividad cultural, en 2009 fue Capital Cultural Europea. Ella trabaja en la empresa tecnológica Profactor, que tiene 80 trabajadores, su sede está en Steyr, una localidad más pequeña, de 38.000 habitantes, también muy caracterizada por tener muchas empresas industriales.
¿Qué se planteaba ser de mayor?
Investigadora científica. Siempre me han gustado mucho la ciencia y la naturaleza. Por eso elegí hacer la carrera de Ciencias Ambientales , en la Universidad Pablo de Olavide.
¿Lo compaginaba con otra actividad?
Algunas acciones de voluntariado, porque tengo muchas inquietudes y soy de las personas que se apunta a participar. Durante la carrera, colaboré con la Asociación Proyecto Alba, en el barrio de La Oliva, para labores de refuerzo en la educación de niños. Ayudarles a ser capaces de hacer los deberes, a participar en funciones de teatro, etc. Por otro lado, estuve de voluntaria en el Parque de María Luisa dando información a quienes acudieron a un parque tan hermoso artístico y botánicamente.
¿Cuál fue su primera experiencia en el extranjero?
Durante la carrera conseguí en el año 2005 una Beca Leonardo y estuve cuatro meses haciendo prácticas en una empresa en Bristol. Y después pude lograr una beca de la Olavide para un curso de mejora de nivel de inglés en estado de nuevo en Reino Unido. A lo largo de mi trayectoria ha realizado muchas estancias como investigadora visitante.
En el Instituto Técnico de México, en las universidades británicas de Bath y Cranfield, en el centro de investigación Helmholtz en Dresde (Alemania). Estaba enfocada sobre todo hacia la energía solar, por ejemplo, el desarrollo de células fotovoltaicas de nueva generación. Cuando trabajaba en la Universidad de Alicante dentro de su grupo de investigación dedicado a la fotoquímica y electroquímica de semiconductores, en 2013 meon para formar parte de Abengoa Research en Sevilla.
¿Para qué objetivos la involucraron?
Estuve asignada al grupo dedicado a energía termosolar. Hacíamos investigación básica en el laboratorio para después aplicarla, con los materiales que desarrollábamos, en las torres de la Plataforma Solúcar, en Sanlúcar la Mayor. Era realmente interesante. Los cuatro años en Abengoa Research fueron una experiencia sensacional, un trabajo que me gustaba muchísimo. La cantidad de proyectos que había en marcha, la unión de centenares de personas con talento proveniente de muy diversas ramas formativas, el ambiente era buenísimo, con mucha motivación para alcanzar logros, en laboratorios nuevos y muy bien equipados ... Era un sueño.
¿Cómo le afectó la primera gran crisis de Abengoa?
Cuando estalló, a finales de 2016 y comienzos de 2017, nos dijeron que tendrían que cerrar nuestro departamento. Como mi pareja es austriaco, me planteé buscar oportunidades de trabajo en Austria, y lo conseguí pronto, en la empresa Profactor, donde continúo. Me fui de Abengoa antes de que pusiera en marcha el despido de mis compañeros y el cierre de Abengoa Research. Fue y es una tragedia. Se venía abajo una oportunidad histórica para Sevilla y Andalucía. Y provocó una gran diáspora, hacia Madrid y hacia otros países. Lo que está sucediendo con los trabajadores de Abengoa me da mucha pena.
¿Para qué cometidos comenzó a trabajar en Profactor?
Una de sus áreas es la fabricación aditiva, la impresión 3D. Tiene muchas aplicaciones, una de las más prometedoras es en la medicina. Dentro de ese departamento biomédico me dedico a elaborar y gestionar proyectos de investigación, ya presentarlos a las convocatorias nacionales e internacionales de apoyo a la innovación. En los cuatro años que llevo con ellos he conseguido financiación para tres proyectos, dos con fondos austriacos y el tercero es el que ahora coordino, con fondos europeos. Todos relacionados con la fabricación aditiva para aplicaciones biomédicas. He tenido que reinventarme. Antes me dedicaba a la energía. Pero ahora también hago investigación aplicada, cuyos resultados llegan a la sociedad y aportan soluciones.
¿En qué consiste los dos proyectos financiados por instituciones austriacas?
Uno es para crear chips que puedan probar con la mayor fiabilidad posible el funcionamiento de nuevos medicamentos para arritmias, sin tener que experimentar con ellos en animales ni en humanos. El otro es de implantes dentales. En Austria hay muchas opciones para que las empresas pequeñas y medianas aspiren a participar en proyectos de investigación. Y en ellas hay más conciencia de lo importante que es eso para su desarrollo empresarial.
¿Cuál es la clave de la importancia de INKplant, el proyecto internacional que ha vertebrado?
Quiere aportar soluciones a casos que son comunes. Por ejemplo, las personas a las que se opera de rodilla y se les pone una prótesis que incluye una pieza metálica. Vamos a intentar que esas intervenciones sean lo menos invasivas posibles introduciendo materiales que sean biocompatibles e implantarlos en el cuerpo para permitir al organismo regenerarse tras reabsorberlos. Otro caso para el que los vamos a plantear es el de los niños que nacen con paladar hendido y labio leporino, son uno de cada 7.000 niños. Como estamos muy orientados hacia la aplicación final, hemos creado un consorcio de 19 socios, entre empresas, hospitales y universidades, incluidas empresas que ya fabrican materiales biocompatibles para aplicaciones en implantes.
Por ejemplo, la empresa Fluidinova, de Portugal, ha desarrollado una pasta de hueso sintética basada en hidroxiapatita, de la materia ósea. Hasta ahora se utiliza sobre todo en la mandíbula. Se inyecta, se reabsorbe y se genera la parte de hueso que falta. Vamos a evolucionarlo para poder imprimirlo en 3D y fabricar el implante. Otra es la filial francesa de 3-D Matrix, 'spin-off' del MIT norteamericano. Va a proveer como material un hidrogel que crea las condiciones que las células necesitan para crecer y generar nuevo tejido. La austriaca Luxinergy va a desarrollar un polímero biocompatible y bioreabsorbible. Otra austriaca es Lithoz, produce materiales cerámicos y vamos a desarrollar dos, uno de fosfato de calcio y otro de óxido de circonio. Y la francesa Elkem es proveedor de una silicona con muy buenas propiedades.
¿Qué factor relevante aportan ustedes desde Profactor?
Lo primero, la experiencia en gestión y preparación de propuestas innovadoras. En INKplant hay socios que han participado antes en otros consorcios liderados desde Profactor. Y el historial que podemos exhibir como antecedentes, además de nuevas capacidades en impresión 3D, favorece que acepten unirse a otros nuevos con los que contactamos. En este caso, para ser elegidos ha sido crucial mostrar a la Comisión Europea el consorcio tan bueno y completo que hemos conformado. Incluye desde los proveedores de materiales, los que van a utilizarlos en las máquinas 3D, grupos de investigación en simulación, grupos de investigación en testado de células, expertos en ingeniería de tejidos, grupo de estandarización, grupo de humanidades para todos los aspectos éticos. Es un consorcio que agrupa, en la cadena de valor, a todos los agentes que tienen que estar implicados en el producto final. Y están todos muy implicados. Me siento emocionada por ello.
¿Cómo se trabaja con esos biomateriales en las impresoras 3D?
Nosotros utilizamos la tecnología 'inkjet printing', de impresión de tinta, su resolución es más alta que la impresión 3D mediante filamentos. Lo más avanzado de nuestro proyecto es que vamos a combinar en la impresión esa tecnología con la que se usa para imprimir materiales cerámicos. Y en lugar de usar un solo material, vamos a combinar e hibridar diversos materiales que son biocompatibles. Porque con uno solo es casi imposible dar respuesta desde la ingeniería de tejidos a lo que necesita el paciente. Pensemos, por ejemplo, en una rodilla. Hay hueso y cartílago. Las propiedades de sus materiales son muy diferentes entre sí. Por eso hemos de controlar la posición del material en el implante y la mezcla de los materiales. Ya existen soluciones que imprimen en 3D el implante con la forma exacta que necesita ese paciente.
¿Han estudiado cómo alcanzar el punto de convergencia entre los esfuerzos de tiempo y dinero para personalizar un implante, y su realización a escala masiva?
En eso las claves van a aportarlas otros miembros del consorcio que son expertos en simulación. Desde la Universidad Politécnica de Madrid, desde la Universidad Kepler de Linz y desde el Hospital Universitario de Viena. INKplant es un proyecto de tres años de duración. Nos concedieron la ayuda en octubre de 2020 y se ha puesto en marcha en enero de 2021. Nos planteamos que cualquier paciente llegue a su médico con radiografías de su rodilla, que esa información pase a ser parte de un software que tenga en cuenta las propiedades mecánicas que esa rodilla ha de tener. Por eso se va a dedicar mucho tiempo en el proyecto a pruebas de simulación.
Tenemos que calibrar la diferencia entre la capacidad regenerativa de un adulto respecto a la de un niño. Combinando materiales que se reabsorben con materiales que son permanentes, aspiramos a precisar cuánto tiempo necesita esa persona en concreto para generar su propio tejido nuevo. Por lo tanto, determinar cuánto se le pone de los que son permanentes, a diferencia de un niño, al que aplicar más porcentaje de materiales que se reabsorben. Otra variante de personalización que estudiaremos: no es el mismo el plazo de tiempo en el que se regeneran los tejidos en un hombre respecto al de una mujer, por ejemplo a causa de las hormonas.
¿Qué socios españoles ha conseguido, además de la Politécnica de Madrid?
También participa la Asociación Española de Normalización (UNE), y la empresa navarra BTI, que es una multinacional tecnológica de alto nivel en odontología. Puse énfasis en buscar empresas españolas.
¿Dónde harán las primeras pruebas con pacientes?
En los hospitales que están integrados en el consorcio, como el Charité de Berlín. Antes de eso, haremos varios seminarios con la participación de socios del proyecto, y nos reuniremos con pacientes y médicos de varios países, para explicarles lo que estamos haciendo y que nos indiquen sus necesidades, que les gustaría tener. Además, la Universidad de Utrecht (Holanda), estudiará las implicaciones éticas de la ingeniería de tejidos. Qué siente la gente cuando se le dice que va a tener un implante que se regenera dentro de su cuerpo, que va a ser en 3D, y personalizado ... Porque esto no es biónico ni exoesqueletos, que son ayudas artificiales externas. Nosotros queremos darles herramientas al cuerpo para que él se regenere, y sean sus huesos al 100%.
¿Tiene relaciones de cooperación científica con entidades de Sevilla?
Estoy implicado en la creación de Matersia, empresa que nace desde las Universidades de Sevilla y de Cádiz gracias al profesor Ramón Escobar Galindo, que fue compañero en Abengoa, y al catedrático Sergio Molina Rubio. El objetivo es gestionar y ejecutar proyectos de investigación, desarrollo y comercialización de nuevos materiales para la fabricación aditiva. Queremos promover a Andalucía como foco estratégico de Europa en el desarrollo de nuevos materiales, y en la coordinación y participación de proyectos europeos. Hemos enviado una expresión de interés al Ministerio de Ciencia proponiendo algunas ideas para las convocatorias de fondos europeos a la investigación.
¿Cuál es su punto de vista sobre la evolución de la sociedad sevillana?
En Sevilla hay un potencial enorme. Tengo muchos compañeros con gran potencial, pero no ven oportunidades para explotar ese potencial y terminan preparándose unas oposiciones con el fin de tener un empleo para quedarse en Sevilla. Cuando podría emprender proyectos de envergadura.
Además de las carencias estructurales que desincentivan, ¿falta también capacidad de atreverse?
En Sevilla, en España, todo nos lo tenemos que currar mucho más. Todo requiere más sobreesfuerzo. En un país como Austria todo es más fácil. Todos estudian lo que quieren, y durante su etapa de estudios tienen facilidades para hacer prácticas. Y encuentras rápidamente un trabajo bueno. Y a los 28 años no solo están independizados sino que ya tienen hijos. Noto cómo para ellos todo es más fácil. Y cambian de trabajo si no les gusta el que tienen.
Fuente: El Correo