Cada hogar en España tira a la basura 25 kilos de alimentos al año, según el Informe sobre el índice de desperdicio de alimentos 2024 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). La revista Consumer informa de que la ONG de cooperación al desarrollo Enraíza Derechos, junto con la consultora Andaira, están elaborando el Estudio del Desperdicio Alimentario en hogares y centros educativos de Madrid y Euskadi. Además, uno de esos hogares participantes es el de una de las colaboradoras de Consumer.

El objetivo del estudio es analizar qué es lo que más se tira, por qué y qué medidas se pueden desarrollar para frenar este desperdicio. Esta investigación, que se enmarca en el Proyecto europeo Forward (Food Waste Reduction) cuenta con financiación de la UE, y están implicados más de 40 centros educativos y más de 200 hogares.

En busca de las causas del desperdicio alimentario

Este proyecto contempla no solo determinar el tipo y el grado de desperdicio e identificar sus causas y los comportamientos que lo originan, sino también desarrollar una campaña de sensibilización que anime a reducirlo. El estudio se desarrolla en dos fases. En una primera etapa, se recogió durante una semana toda la información sobre el desperdicio alimentario en cada hogar. Cada familia participante tuvo que registrar cuántos alimentos tiraron a la basura, qué productos se desecharon y por qué. En una segunda fase, que se desarrollará entre septiembre y octubre, se pondrá en marcha una campaña de sensibilización que ayude a introducir pautas de consumo más sostenibles y reducir el desperdicio en los hogares.

Según nuestra experiencia, la propia recogida de datos supone para las personas participantes un primer hito de sensibilización, ya que ponemos especial atención en lo que tiramos y cómo gestionamos los alimentos en nuestros hogares”, afirma Mari Cruz Martín, responsable de Enraíza Derechos. Tras la campaña de sensibilización se volverá a cuantificar el desperdicio en los mismos hogares para comprobar si se ha cumplido el objetivo: desechar menos alimentos en casa.

Análisis del desperdicio en los hogares

Un primer dato preocupante del análisis indica que la media semanal en los hogares encuestados se sitúa en tres kilos de alimentos desperdiciados a la semana. Respecto al tipo de alimento, destacan las frutas y los alimentos frescos muy perecederos, que representan el 52% del desperdicio total. Le siguen los platos o recetas elaboradas (15,1%), lo que refleja la presencia significativa de sobras. En tercer lugar aparecen las verduras y las hortalizas (11,1%), otro grupo de alimentos frescos muy susceptibles al deterioro si no se planifica bien su consumo.

Aunque la mayoría del desperdicio, un 68,6%, corresponde a la partes no comestibles, como cáscaras, huesos o espinas, por lo que sería inevitable, el 20,4% lo conforman las partes comestibles, es decir, alimentos que pueden consumirse, pero que se desechan. Este dato, junto el más del 10% de desperdicio que combina ambas partes, es decir, trozos de alimentos que incluyen partes comestibles con otras no comestibles, –por ejemplo, en un muslo de pollo se desperdicia parte de carne y parte de hueso–, representa una oportunidad clara de mejora en términos de hábitos de consumo y conservación.

Los motivos del desperdicio

Para los hogares, el principal motivo del desperdicio, el 81,3%, radica en que son trozos que no se aprovechan en el cocinado. Esto incluye restos como pieles, huesos, u otras partes que, aunque pueden ser comestibles o reutilizables, se descartan habitualmente. En segundo lugar, un 46,2% del desperdicio se debe a los restos del plato, lo que sugiere que se sirven cantidades excesivas o que no se consumen.

Otros motivos, como el olvido de alimentos en la nevera o despensa (11,6%), una conservación inadecuada (6,6%) o la caducidad (3,1%), aunque con menor peso, revelan unas malas prácticas en la planificación y el almacenamiento. En conjunto, los resultados reflejan que el desperdicio se produce, por una parte, por causas estructurales, como la propia gestión del hogar, con menos tiempo para cocinar y planificar las comidas. Por otra parte, también se debe a hábitos cotidianos, como la forma de cocinar en la que se tiran muchos restos que se podrían aprovechar. Esto se puede modificar con información, sensibilización y recursos prácticos, como consejos y recetas sobre cocina de aprovechamiento.

Hogares pequeños y jóvenes, los que menos desperdician

Según el estudio, los hogares con hijas e hijos generan más residuos, especialmente si son mayores. En contraste, los hogares pequeños o de jóvenes independientes desperdician menos. Sin embargo, estos últimos tienen la sensación de desperdiciar más alimentos de los que en realidad tiran, un gesto que demuestra que son más conscientes de su despilfarro y que los responsables del estudio relacionan con una mayor conciencia medioambiental. Si hablamos de la percepción, más de la mitad de los encuestados cree tirar comida una o dos veces por semana, mientras un tercio, en el que abundan más las personas mayores, afirma no desperdiciarla nunca. A pesar de ello, la mayoría de los hogares afirma tener habilidades culinarias suficientes, aunque en algunos casos la falta de tiempo se presenta como una barrera para aprovechar los alimentos.

En una primera fase del estudio en los colegios, los datos recogen que se desecharon casi 20 kilos de alimentos por comedor al día. Los platos que más sobras generaron fueron las legumbres, las ensaladas y los guisos de patata. Con los datos obtenidos, se desarrollaron diferentes acciones de sensibilización y formación con el objetivo de concienciar al alumnado, familias y personal y conseguir reducir a final del curso un 10% el desperdicio. En una segunda fase, se desarrollarán acciones en más de 40 centros y se volverán a registrar los datos.

En conjunto, el estudio revela que el desperdicio alimentario es un fenómeno complejo, influido por múltiples factores estructurales y culturales. Aunque los datos abruman, hay que tener en cuenta que para calcular ese desperdicio se han incluido partes no comestibles de los alimentos, por lo que parte de ese desperdicio no se puede reducir. Mari Cruz Martín concluye: “Nosotros ponemos cifras sencillas, entre 400 y 500 gramos a la semana por persona. ¿Seremos capaces de reducir hasta el 2030 de 400 a 200 gramos de nuestro desperdicio? Creemos que este reto es asumible, motiva, no apabulla y no culpabiliza".

 

Fuente: Consumer