Por su consumo de agua y energía, pero también por los agentes contaminantes que llegan al medio ambiente, la agricultura y la ganadería son, según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), las actividades primarias más contaminantes a nivel global. Sin embargo, las exigentes normativas de la Unión Europea y el creciente compromiso por parte de las empresas de nuestro país están perfilando un modelo de producción que no solo garantiza la calidad de los productos, sino también la sostenibilidad del sector. Joaquín Martínez Serrats, licenciado en Ciencias Ambientales y director académico online del Centro de Estudios Universitarios (CEDEU), nos lo explica.

 

"Las empresas agrícolas y ganaderas están adaptándose a un cambio tan costoso como necesario para las organizaciones, además de obligatorio en función de la legislación que ha ido promulgándose en relación con el medio ambiente"

Joaquín Martínez Serrats, ambientólogo

Si bien la inversión en nuevos equipos supone un beneficio económico porque se traduce en el ahorro en materias primas, también significa la protección del medio ambiente. «Por otro lado, la formación de los trabajadores y los empresarios es fundamental», apunta. Así, impartir formación, por ejemplo, en las formas de tratar y abonar el terreno, en conocimiento del sustrato sobre el que plantan sus cosechas o técnicas de cultivo que ahorren en el consumo de agua, puede evitar contaminaciones del medio y pérdidas de agua del terreno, lo que beneficiará a los cultivos y, por extensión, no perjudicará al medio ambiente. Por otra parte, apunta que una forma de ahorrar en gastos de abonos, por ejemplo, es la compra de lodos de depuradoras, lo que sirve a los agricultores como abono y que, a su vez, es una forma de reciclaje que no se empleaba anteriormente.

Para Carles Peris, secretario general de la Unión de Agricultores y Ganaderos de Valencia, en el sector primario hay una voluntad clara de caminar hacia la sostenibilidad. «Pensamos que esto es el futuro y que es hacia donde las explotaciones agrícolas y ganaderas de los países desarrollados tienen que caminar, ya que será donde podremos ser competitivos», indica Peris, que subraya la importancia que al consumidor le llegue un producto de calidad, pero también como se ha producido lo que está comprando. Sin embargo, considera que uno de los principales problemas en ese camino hacia la sostenibilidad, tanto en agricultura como en ganadería, proviene de la redacción de las leyes que las regulan. «No es lo mismo plasmar la normativa en un papel desde una oficina que implementarla en la realidad de las zonas rurales», dice, ya que esto tiene como consecuencia que al sector primario le esté costando adherirse a normativas que imponen prohibiciones con un periodo muy corto para la adaptación.

Se trata, en definitiva, no solo de hacer leyes y dejar toda la responsabilidad de su cumplimiento en manos de las empresas, sino de establecer también ayudas y facilitar el tiempo necesario para la adaptación. «Hay que recorrer ese camino, pero de una forma realista a la que nos podamos adaptar», apunta Peris. Ejemplo de ello es el tema de los tratamientos de purines, para lo que las explotaciones no tienen capacidad económica para construir las plantas de tratamiento necesarias. «Además, hay zonas que no corren ningún peligro, pero se tienen que adaptar igual porque la normativa es para todo el territorio», indica.

Por su parte, Julián Redondo, gerente de ICPOR, señala la necesidad de un compromiso global con el medio ambiente, que abarque todas las fases de producción. Esta compañía, dedicada a la integración porcina de cerdo blanco e ibérico, lleva a cabo su actividad ajustándose a unos valores basados en la sostenibilidad, tanto para el medio ambiente como para el bienestar animal. «La gestión sostenible y responsable del purín abarca todo el ciclo, desde el estudio de cada proyecto, buscando la mejor alternativa de reutilización o tratamiento del purín en cada caso, como por el tipo de alimentación que reciben los animales, dirigida a conseguir el máximo aprovechamiento de los nutrientes, además de la reducción en el consumo de agua», explica. Además, la compañía apuesta por la economía circular, es decir, un modelo por el cual se enlazan diferentes sectores, como son el agrícola, el ganadero y el industrial, lo que permite dinamizar el medio rural fomentando la generación de riqueza y valor añadido al entorno, crear empleo y fijar población en la zona, pero también respetar el medio ambiente.

Tiempo de adaptación

Si bien la Unión Europea lleva a cabo diversas acciones para reducir el impacto ambiental de las explotaciones ganaderas y agrícolas, Peris subraya la necesidad de trabajar con las asociaciones de consumidores para concienciar a la ciudadanía de qué es lo que están comprando. «Es necesario que la gente sepa que a los productos de aquí se aplican las políticas más exigentes del mundo, que son las europeas», subraya. Añade que el producto ecológico está creciendo cada vez más en superficie de cultivo.

Necesidad de ayudas para la renovación

Reducir la huella de carbono consiste en la reducción de las emisiones de CO2 al ambiente, ya sea mediante la reducción de consumo de materias primas, llevando a cabo actividades menos contaminantes o a través del empleo de otros medios o equipos para llevarlas a cabo. Algo para lo que el medio rural necesita ayuda. Martínez señala que estas subvenciones permiten que se realicen renovaciones en las explotaciones que mejoren la sostenibilidad, lo cual tiene como resultado colateral el ahorro en costes y la mejora de beneficios. «No obstante, todavía queda mucho para llegar a una sostenibilidad real de las organizaciones rurales, tanto de forma económica como medioambiental», subraya.

 

Fuente: La Razón