Durante décadas, el plástico ha sido señalado como uno de los grandes villanos medioambientales. Su resistencia, bajo coste y versatilidad lo convirtieron en protagonista de una revolución industrial sin precedentes, pero también en símbolo de una crisis de residuos que desborda los sistemas de gestión tradicionales. En este contexto, el reto no es eliminar el plástico, sino transformarlo desde su raíz.
A diferencia del reciclaje convencional, que degrada progresivamente el material y limita su vida útil, el suprarreciclaje ofrece un camino regenerativo: revaloriza el plástico, conserva —e incluso mejora— sus propiedades mecánicas originales y permite su reutilización en aplicaciones de alta exigencia, como los envases alimentarios.
Una apuesta industrial por la circularidad
Formaspack, a través de su iniciativa Upcycling Group, ha asumido ese desafío. Su propuesta se basa en un modelo de negocio plenamente circular, donde el PET reciclado no es un producto de segunda categoría, sino una materia prima de alta calidad. El objetivo es claro: producir plástico reciclado con prestaciones comparables al virgen, pero con un impacto ambiental notablemente menor.
¿Qué implica este nuevo enfoque?
El suprarreciclaje, también conocido como upcycling, va más allá del simple reaprovechamiento de materiales. Implica un proceso avanzado de regeneración en el que el PET es descontaminado y sus cadenas poliméricas son restauradas hasta alcanzar un nivel apto para poder convertirse nuevamente en un envase. Esta técnica evita la pérdida de calidad inherente al reciclaje mecánico tradicional y mantiene al plástico dentro de ciclos de uso de alto valor, reduciendo significativamente la demanda de resina virgen.
Ciencia y tecnología detrás del PET reciclado
El PET (polietilentereftalato) destaca por su transparencia, ligereza y capacidad de barrera, lo que lo convierte en una opción ideal para el envasado de alimentos. Sin embargo, su reciclaje presenta desafíos complejos. Uno de los principales es la disminución de la viscosidad intrínseca —parámetro que mide la longitud de las cadenas poliméricas y, por tanto, la calidad del material—, afectada por la exposición al calor y el estrés mecánico durante los ciclos de reciclado.
Para enfrentar este problema, Formaspack aplica tecnologías específicas que permiten reparar las cadenas poliméricas dañadas, devolviendo al PET reciclado las características necesarias para un uso técnico exigente. Esto representa una auténtica innovación en la industria de los plásticos reciclables.
Tecnología al servicio del ciclo cerrado
El proceso implementado por Formaspack comienza con una rigurosa selección del residuo: botellas de PET posconsumo, separadas de otros materiales como etiquetas, tapones o polímeros incompatibles. A continuación, el material es sometido a una descontaminación intensiva y a una regeneración de sus cadenas de polímeros que restituye sus propiedades técnicas. El resultado es una granza reciclada de alta pureza, certificada para aplicaciones alimentarias.
Este enfoque no solo permite cumplir con la normativa europea que, a partir de 2025, exigirá un contenido mínimo de material reciclado en los envases, sino que posiciona a la empresa como un actor clave en la transición hacia una industria del plástico sostenible y competitiva.
Economía circular: una visión sistémica
Más allá del proceso técnico, el modelo de Formaspack es un ejemplo concreto de economía circular en acción. Desde el diseño de los envases hasta la recogida, clasificación y procesamiento de residuos, cada etapa está orientada a cerrar el ciclo del PET. Las bandejas y botellas fabricadas con material reciclado pueden reincorporarse al sistema tras su uso, generando un circuito virtuoso que reduce residuos y aprovecha recursos de forma eficiente.
Este modelo contrasta con el paradigma lineal de "usar y desechar", y demuestra que es posible concebir el plástico no como un problema inevitable, sino como parte de la solución.
Impacto ambiental y cultural
Este modelo de reciclaje avanzado no solo responde a retos técnicos, sino que contribuye directamente a la mitigación de la crisis ambiental. Al prolongar la vida útil del PET y mantenerlo fuera de vertederos e incineradoras, se reduce la huella de carbono asociada a la fabricación de plástico nuevo. Según datos de PlasticsEurope, por cada tonelada de PET reciclado se evita la emisión de aproximadamente 1,5 toneladas de CO₂ en comparación con la producción virgen.
Pero el desafío también es cultural. Formaspack trabaja activamente en la sensibilización ciudadana para cambiar la percepción del plástico: de enemigo del planeta a recurso estratégico. Su mensaje es claro: si se gestiona correctamente, el plástico puede ser un aliado en la lucha por la sostenibilidad.
Una filosofía de transformación
Este enfoque regenerativo no es solo una tecnología disruptiva, sino una nueva forma de pensar los materiales y su valor. Reintroducir el PET reciclado en aplicaciones de alto rendimiento, sin comprometer la seguridad ni la calidad, implica una revalorización integral del residuo. Implica, también, una toma de responsabilidad por parte de la industria.
Formaspack está liderando esta transformación con una propuesta viable, escalable y alineada con los objetivos climáticos globales. La sostenibilidad, más que una meta distante, es un camino que se construye con decisiones concretas. En ese camino, el suprarreciclaje se posiciona como una herramienta esencial para un futuro sin residuos.
Fuente: Formaspack