El ambientólogo Javi Tosar conoce a la perfección cada rincón de Doñana, ya que comenzó a trabajar como guía en este espacio en el año 2000. Ha caminado sus hectáreas cientos de veces. Las ha estudiado, analizado y ha compartido y enseñado sus secretos a muchos otros apasionados de la naturaleza. Este gaditano ha tenido el lujo de crecer profesionalmente en la mayor reserva ecológica de Europa y cuando vio cómo el fuego empezaba a devorar parte del espacio su memoria crujió.
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«No sé… sentí como si se estuviera quemando mi casa. Justo empecé a trabajar con niños en esa misma zona», lamenta. Desde el sábado por la noche, cuando las llamas acosaban sin piedad Moguer, comenzó a recibir las primeras informaciones y las imágenes de una tierra ya encendida, carbonizada. Luego, muerta. «El daño que se ha ocasionado es recuperable pero tendrá que pasar mucho tiempo», explica.
El área afectada es una ampliación que se hizo en el perímetro de la parte oeste de unas 14.000 hectáreas. Los primeros cálculos apuntan a que se han quemado unas diez mil de ellas. Como advierte el ambientólogo, este espacio no forma parte del «corazón» del Parque Nacional –salvado casi in extremis– pero sí del Parque Natural, siendo éste uno de los cinturones que protege su entorno más valioso.
El guía destaca la importancia de este ecotono, como se conoce científicamente al espacio de transición que une dos ecosistemas distintos. En este caso, enlaza la playa con el bosque. Y allí habitan numerosas especies autóctonas y crece vegetación y flora única en el mundo. Zorros, jabalís, tejones, reptiles, colonias de camaleones, aves diversas y, uno de los iconos de Doñana: el lince ibérico. Este flanco onubense del parque ahora quemado era una zona de extensión de este mamífero.
Y el susto fue todavía a más cuando el fuego se acercó peligrosamente a El Acebuche, el centro de cría en cautividad de linces. Finalmente, se pudieron rescatar y trasladar a la mayoría aunque una de las hembras murió debido al estrés que sufrió. Además, la urgencia les obligó a liberar a los linces más viejos, enfermos o sin capacidad reproductora. Si las llamas llegaban hasta allí tenían que darles la posibilidad de que pudieran escapar por sus propios medios. «Tienden a huir aunque siempre puede quedar alguno atrapado». El último censo cifra en un centenar los linces que habitan en los catorce municipios por los que se extiende Doñana, desde Aljarafe a Mazagón.
Pero para que no haya que andar con lamentos cuando los accidentes –sean provocados o no– ocurren, este ambientólogo habla de algo tan básico como la prevención. En este sentido es la propia naturaleza la que puede salvarse a sí misma. «La zona quemada se compone principalmente de pinos piñoneros y matorrales bajos de unos 60 años de antigüedad. Para impedir la expansión de los incendios sería fundamental que la reforestación fuera más diversa con especies diferentes que, además de evitar la propagación del fuego, ayudaran a enriquecer la fauna». También, el hombre puede ayudar en esta tarea, haciendo limpiezas más exhaustivas y controladas.
En cuanto al origen de esta tragedia ecológica, la ciencia da la respuesta: «Un fuego natural no aparece en cuatro focos distintos», por lo que sospecha que en este incendio se ha cumplido la conocida como 'regla del 30', es decir, el o los responsables actuaron a sabiendas de que se cumplían las condiciones ideales para hacer daño: el sábado pasado había menos de un 30% de humedad, el viento soplaba a más de 30 kilómetros por hora y el termómetro marcaba más de 30 grados centígrados.
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Pero, ¿quién pudo ser? «En Doñana se juntan muchos intereses», cuenta Tosar. Se habla de recalificaciones, cosa que queda bastante descartado, de la obra de un pirómano, de negocios de gasoductos y de venganzas por el cierre de pozos ilegales por su efecto nocivo en los acuíferos naturales. «Será la investigación la que señale a los culpables», afirma con precaución. «Lo que sí tengo claro es que quien haya sido ha querido hacer mucho daño», una desgracia que finalmente se pudo aplacar. «España cuenta con los mejores medios personales y materiales en la lucha contra el fuego y este caso lo ha demostrado», alaba la labor desarrollada por todo el equipo del Infoca y la UME que han logrado que las llamas no llegaran a la zona más valiosa. «Ha sido impresionante ver también a algunos agricultores y a mucha gente del entorno implicarse».
El ambientólogo Javi Tosar volverá pronto al parque, a su otra casa, para seguir trabajando por ella. «Doñana es de una riqueza incalculable. Parece que no nos damos cuenta porque no es algo material pero espacios tan ricos como éste nos permiten respirar. Doñana nos da aire, nos da vida»
Fuente: La Voz de Cádiz.