¿Recordáis el escándalo del dieselgate? La trampa de Volkswagen consistía en manipular el software de sus vehículos para eludir los estándares ambientales. La empresa alemana trató de enmendar la situación en Estados Unidos recomprando alrededor de 350.000 vehículos afectados con un coste de 7.400 millones de dólares. La maniobra ha dejado además una amarga estampa: 37 cementerios de coches parados a la espera de ser revendidos en el futuro tras ser reparados.
Actualmente son en torno a 294.000 los vehículos que se reparten por las casi cuatro decenas de establecimientos norteamericanos, entre los que se encuentran un campo de fútbol en Detroit o una antigua fábrica de papel en Minnesota o un enorme terreno cerca del Aeropuerto Logístico en Victorville, California, entre otros. No obstante, durante su estancia indefinida allí, se "almacenan de forma provisional" y en condiciones que "garantizan su funcionamiento a largo plazo, con el objetivo de que vuelvan a ser comercializados o exportados" una vez se reajuste su sistema de emisiones para cumplir con la normativa y sean autorizados por los reguladores, tal y como ha explicado la portavoz de la marca, Jeannine Ginivani.
De acuerdo con un documento judicial, el 31 de diciembre de 2017 Volkswagen había adquirido 335.000 vehículos diésel, de los que se revendieron 13.000 y se destruyeron unas 28.000 unidades, contabilizando así un total de 294.000 coches almacenados. En cualquier caso, la compañía se comprometió tras el escándalo de las emisiones a comprar 500.000 coches, por lo que los restantes se seguirán adquiriendo hasta finales de 2019. El pasado mes de febrero, Volkswagen anunció que había reparado ya el 83% de los coches trucados detendados, por lo que estarían a falta de la aprobación de las autoridades.
La entidad, que aceptó destinar un total de más de 25.000 millones de dólares en Estados Unidos en términos de indemnización por el dieselgate, confía así en poder dar salida a los coches en los próximos meses y acabar así con un imagen insólita.
Fuente: elEconomista