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La ambientóloga Carmen González Fernández (Murcia, 1988) se mostró feliz tras leer su tesis la semana pasada, con un resultado sobresaliente 'cum laude'. Un estudio de cuatro años de duración que le ha ayudado a conocer de primera mano cómo afectan los contaminantes marinos a los mejillones y otros organismos marinos dependiendo de su estado fisiológico.

«He realizado un estudio para analizar el efecto de la contaminación en el mejillón en función de su estado biológico, como su nutrición y su estado reproductivo», indica Carmen. Los organismos no siempre responden por igual a la contaminación: «No nos damos cuenta de lo terrible que es para el medio marino la contaminación», advierte.

 

¿Por qué decidió hacer su tesis sobre el efecto de los contaminantes en los organismos marinos?

Cuando terminé la Licenciatura en Ciencias Ambientales, empecé a trabajar en un departamento de la Universidad de Murcia (UMU). Ya había visto de cerca el terreno de la investigación, y me gustaba. La tesis surge en el entorno del proyecto Biocom. El equipo de contaminación marina del IEO tuvo la idea de este proyecto y yo presenté mi currículo para optar a esta beca FPI. La idea no fue mía, pero sí hice todo lo que pude para conseguir trabajar en este mundo tan apasionante. Y mi tesis doctoral, finalmente, fue financiada por el Programa de Formación de Personal del IEO y dirigida por Marina Albentosa y Juan Bellas desde los centros oceanográficos de Murcia y Vigo.

 

¿Tenía relación este estudio con el trabajo que realizó en el departamento de la UMU?

Sí, en parte sí. En el departamento de Ecología e Hidrología de la UMU trabajamos con la identificación de las comunidades de macroinvertebrados para valorar el estado ecológico de los ríos. Pero esta investigación albergaba un paso más, no solo valorar el estado ecológico de las comunidades de organismos, sino conocer de primera mano los efectos que produce la contaminación marina.

 

¿Y cómo ha sido esa experiencia de trabajo en el Instituto de Oceanografía?

Al principio, se me hizo bastante duro. De repente me encontré con un volumen de trabajo considerable, con muchos datos que tratar y analizar. Mi experiencia, en cuatro años de tesis, ha sido muy buena. He estado dos años aprendiendo técnicas en el laboratorio, interactuando, aprendiendo a manejar estadísticas... Y, en los últimos dos años de contrato, hemos podido formalizar los resultados de esos trabajos mediante la publicación de artículos de investigación en revistas de alto impacto. La realización de una tesis es un proceso continuo, tanto el aprendizaje como el desarrollo.

 

¿Qué ha descubierto con el estudio?

Hemos intentado identificar, en el contexto de los programas de vigilancia ambiental, el efecto de algunos factores de confusión. Es decir, aquellos factores que pueden alterar o enmascarar la respuesta que nos interesa medir. En concreto, hemos estudiado cómo están afectando a la respuesta de los biomarcadores a la contaminación, que son los indicadores que usamos para ver el estado biológico de esos organismos. Estudiamos los factores endógenos, que son el estado nutritivo y reproductivo. Cogimos mejillones machos y hembras, en distintos estados de reproducción. En el laboratorio, nosotros forzamos a esos mejillones a que estuvieran gordos, normales y anoréxicos, para ver si ese estado afectaba a los indicadores de contaminación.

 

¿Y les afectaba?

Muchísimo. Aquellos organismos que están sometidos a estrés muestran una respuesta diferente a los que se encuentran en un estado estupendo. Observamos que, dependiendo del estado nutricional, el efecto de la contaminación sobre ellos era diferente.

 

¿Qué ha sido lo más complicado?

Es muy complejo trabajar con un volumen muy amplio de biomarcadores. Normalmente, en una tesis se selecciona un indicador o dos como mucho, y se trabaja con ellos todo el tiempo viendo distintos efectos. Nosotros hemos trabajado con una batería de biomarcadores para identificar efectos a distintos niveles de organización biológica.

 

¿De qué contaminantes hablamos?

Usamos un hidrocarburo, el fluoranteno. Se trata de un contaminante derivado del petróleo que es muy abundante en el medio marino y está regulado por distintas normativas a nivel europeo. Con él hicimos todos los experimentos. Los mejillones que están estresados, por ejemplo por falta de alimento o por estar en época reproductora, son más resistentes a los efectos del contaminante. Por ejemplo, nosotros, cuando estamos sometidos a un alto nivel de estrés, no nos ponemos enfermos, porque tenemos todas las defensas activadas. A los mejillones les sucede algo similar. Los organismos que mejor resistieron a los efectos del tóxico en nuestros estudios fueron los mejillones sometidos a estrés nutritivo y en época de maduración sexual. Sin embargo, a largo plazo, la respuesta podría ser diferente. Es algo que habrá que seguir estudiando.

 

¿Y qué ha faltado?

Solo tenemos cuatro años de beca para realizar la tesis doctoral, por lo que para mí ha sido imposible incluir en esta tesis todos los factores de confusión. Pero, otros factores de confusión importantes como la talla o la edad del mejillón han sido abordados en el proyecto Biocom, del que yo también he formado parte.

 

¿Qué futuros proyectos o estudios tienen en mente?

A raíz de una colaboración durante mi etapa pre-doctoral me ha surgido un contrato post-doctoral en los laboratorios Lemar, en la Universidad de Brest (Francia). En lugar de con mejillones voy a trabajar con ostras. Vamos a ver el efecto de los nanoplásticos, que son fragmentos diminutos de plástico, aún más pequeños que los microplásticos. Estudiaré el efecto que tienen esta diminutas partículas cuando entran a las células biológicas de la ostra y si producen un efecto en la estabilidad de los lípidos de membrana.

 

Carmen González Fernández es ambientóloga por la Universidad de Murcia.

Fuente: modificado de La Verdad.

 

 
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