El verano está llegando a su fin. Pero hay una parte de nosotros que cree que siempre queda verano. Porque no es una época del año, sino un sentimiento. Es el hecho de sentir libertad y de reconectar con un mismo y con la naturaleza. Y esto nunca tiene una fecha concreta. El objetivo es que tampoco tenga una fecha final. Por lo tanto, tenemos que cuidar nuestro entorno, porque cada acción que llevamos a cabo tiene un impacto en el medio ambiente, que cada vez se ve más afectado por la manera de hacer de las personas y de las empresas.
En cifras más concretas, solo en 2019 se emitieron 43 billones de toneladas de CO₂ en todo el mundo. Cada año es una cifra superior al anterior, con una media de 1’3%. Esto comporta la pérdida de biodiversidad de los ecosistemas, la extinción de seres vivos, inundaciones, incendios, contaminación del agua, reducción del 20% del caudal de los ríos, aumento de 1,1°C de la temperatura global, olas de calor más frecuentes y largas, más de 30.000 Km² de nuevos territorios semiáridos, problemas de salud… La lista es larga y preocupante, pero podemos revertir la situación. La sostenibilidad no es un espejismo, sino un espejo de la sociedad en la cual nos queremos convertir, reduciendo, paso a paso, nuestra huella plástica. Por eso tenemos que apostar por proyectos como el que os presentamos.
Somos conscientes que una de las formas más eficientes de frenar el cambio climático es a través de nuestra alimentación y de la manera de consumirla. Por eso le queremos dar las gracias a Conca Organics, creada por dos ambientólogos, Armand Folch y Ruben Roc, con quien compartimos los mismos valores, por hacer camino con nosotros y formar parte de nuestras Cestas de Navidad.
Ellos trabajan exclusivamente con productos ecológicos certificados y de origen vegetal. Y todos estos son libres de carbono. ¿Cómo lo hacen? Mediante las últimas tecnologías de análisis, miden todas las emisiones de CO₂ de sus productos en todas las fases: diseño, producción, transporte, uso y fin de vida. Y la reducen al máximo con el ecodiseño, eliminando el plástico de su packaging, utilizando materiales reciclados y productos de proximidad, fomentando así, también, la economía circular y la responsabilidad social, a través del trabajo artesanal y la elaboración local.
Su forma de trabajar la tierra va un paso más allá del ecologismo. En el Baix Empordà tienen 4 hectáreas con certificado ecológico donde se dedican a la agricultura regenerativa. Su finalidad es capturar el CO₂ de la atmósfera y almacenarlo bajo tierra en forma de materia orgánica. ¿Cómo lo hacen? Pues no labran, sino que plantan y, encima crean una cobertura vegetal que se mantiene todo el año en todo el campo. A la tierra no le da el sol directamente y, así, los nutrientes que entran no salen en forma de CO₂. Por otro lado, las ovejas que pastan y las segadoras que utilizan solo dejan 2 dedos de tallo y, por lo tanto, su equivalente en raíz se descompone, consiguiendo una tierra más rica en abono, más viva, que conserva mejor la humedad y es más resiliente.
Y en otro ámbito, las cantidades de CO₂ que no se pueden reducir las compensan mediante proyectos de reforestación, protección de la biodiversidad, eficiencia energética y generación de energías renovables. El año 2020 compensaron 60,7 toneladas de CO₂. E incluso su web es Carbon neutral, es decir, que las emisiones generadas por su página y por el tráfico que tiene también financian estos proyectos. Este es su nivel de detalle y compromiso. Así pues, su objetivo es crear productos que tengan un impacto positivo en la sociedad, y con el mismo grado de sostenibilidad que de sabor.
En nuestras Cestas de Navidad podréis encontrar la Sabrosada, una alternativa natural y saludable a los patés de toda la vida. Es una combinación de superalimentos y, por lo tanto, tiene un alto valor nutricional, especialmente en proteína vegetal. Además, se adapta a cualquier dieta y es muy versátil a la hora de consumirla.
Por otro lado, también encontraréis la Sal de manantial, que tiene su origen en salinas de interior originadas hace 250 millones de años, en el periodo triásico, y que se ha conservado intacta desde entonces. Esto la convierte en un tipo de sal libre de microplásticos y de manipulación química o procesamiento. Es ideal para sustituir la sal común y con grandes beneficios para la salud.
Y también descubriréis otros productos, como sus infusiones, con un sabor y aroma únicos que no se pierden, puesto que se pueden volver a infusionar hasta tres veces, y que, como no llevan teína, se pueden disfrutar a cualquier hora del día; y las salsas vegetales, ideales para los platos de pasta o para ponerse creativo en la cocina.
Cómo podéis ver, todos juntos, rigiéndonos por nuestra responsabilidad como empresas y, sobre todo, como personas, podemos ir hacia un futuro mejor, donde la sostenibilidad cada vez deje de ser una utopía y se convierta en una firme realidad.
Fuente: HARCOGOURMET