Pongan a un inversor delante de un pozo de petróleo y de un aerogenerador de buen tamaño. Un inversor es un señor que trabaja colocando su dinero aquí y allá para que crezca. Hace diez años la elección no sería dudosa: petróleo, que es un producto caro y que se vende muy bien, cada vez mejor. Pero hoy la cosa no está tan clara. Hay señales inquietantes por todas partes. Para empezar, el barril está a 50 dólares, un precio insultantemente bajo. Y hay cosas peores: los CEO de Silicon Valley se han comprado todos un Tesla. Sí, amigos, ha llegado el pico del petróleo, el famoso peak oil, pero no por el lado de la producción, sino por el lado del consumo.
Ahora mismo, el tinglado petrolero está sostenido por la decisión, hace ya bastantes años, de motorizar a las clases medias occidentales. Se convenció a las familias de que necesitaban un coche como el comer, y las economías domésticas comenzaron a destinar entre la cuarta y la quinta parte de su presupuesto anual a pagar el coche y sus consumibles, con gasolinas y gasóleos ocupando un lugar principal en la factura.
Pero ahora esta máquina de hacer dinero para las petroleras no funciona tan bien como antes. La vaca da cada vez menos leche, es decir, la gente hace cada vez menos kilómetros con su coche, compra coches cada vez más pequeños y economizadores, no se compra ningún coche o incluso, en el colmo de la vesania: ¡se compra un coche eléctrico!
Poco a poco, el petróleo se va viendo como una energía anticuada. Volviendo al ejemplo anterior, un aerogenerador es el colmo de la fiabilidad y la constancia, es decir, del beneficio seguro, lo que más les gusta a los inversores. A no ser que la máquina atmosférica se detenga, lo que equivale a que llegue el fin del mundo, producirá sí o sí un montón de kilovatios al cabo del año traducibles en dinero contante y sonante.
El combustible es gratis, los costes de producción y gestión asumibles y el mantenimiento fiable y experimentado. El petróleo, en cambio, es un tipo de energía volátil y caprichosa. Sus precios fluctúan como si los determinara un niño malcriado: ahora me pongo en 150 (dólares el barril), ahora en 50. Sus costes de producción pueden ser muy altos (véase el fracking), su perfil político inasumible (véase la exploración en Canarias y el Mediterráneo), los riesgos excesivos (véase el último gran desastre del golfo de México).
En comparación, el aerogenerador gira beatíficamente, produciendo dinero con regularidad. No está en un país lejano en plena guerra protegido por hombres armados, no puede explotar ni contaminar todo lo que le rodea por un vertido desastroso. Suspirando, el inversor pone su dinero en energías renovables, añorando los viejos buenos tiempos, cuando el petróleo era el rey indiscutible de la energía.
Fuente: boletín informativo Señales de Sostenibilidad de la Fundación Vida Sostenible.