El reciclaje de envases de productos de cuidado personal sigue siendo un reto, pero pequeños cambios en nuestros hábitos pueden marcar una gran diferencia en la reducción de su impacto ambiental. Los propios fabricantes están impulsando iniciativas más sostenibles que facilitan la transformación hacia una industria más verde.
La revista Consumer informa de que cada año la industria cosmética pone en circulación unos 120.000 millones de productos de belleza y cuidado personal. Así lo revela el Beauty Report de Zero Waste, una campaña internacional que busca concienciar sobre la producción, el consumo y la gestión responsable de residuos. La mayoría de los envases son de un solo uso y están fabricados con plástico, vidrio, metal o cartón, por lo que su impacto ambiental es considerable: el 95% de estos envases acaba desechado, y genera el 70% de los residuos del sector.
A este panorama se suma un tipo de desperdicio menos visible, cosméticos que se compran por impulso y acaban en la basura sin haber sido utilizados. A esto hay que añadir la destrucción anual de unos 4.800 millones de productos cosméticos, que son
retirados del mercado por excedentes, caducidad o daños durante su distribución. Se estima que cerca del 10% de los productos fabricados nunca llega a ser utilizado. Si esta tendencia no se revierte, en 2050 los vertederos podrían contener hasta 12 billones de toneladas de plástico procedentes de la industria cosmética.
El reciclaje de los envases cosméticos depende del tipo de material con el que están fabricados. “Pueden ser de plástico, de vidrio o incluso combinaciones de varios materiales, como un frasco de vidrio con tapón de plástico”, explican desde Ecoembes, organización ambiental sin ánimo de lucro dedicada a impulsar el ecodiseño y el reciclaje para reducir el impacto ambiental de los envases. A la hora de clasificarlos, la norma es clara:
En el caso de que los envases combinen materiales, “habría que separarlos. Por ejemplo, una base de maquillaje que venga en un envase de vidrio con tapón de plástico. En este caso, el envase iría al contenedor verde y el tapón al amarillo”, señalan en Ecoembes. Para facilitar esta tarea, desde el 1 de enero todos los envases llevan una indicación clara del contenedor al que pertenecen.
Esta información aparece mediante un símbolo identificativo que asocia cada tipo de residuo a un color (amarillo, azul o verde) y el mensaje “Recicla a”, acompañado del nombre del contenedor correspondiente. Esta medida busca hacer más intuitivo y accesible el proceso de reciclaje, fomentando así una gestión más eficiente de los residuos desde el hogar.
También hay que hacer caso al símbolo si los materiales no se pueden separar. Si no hay indicación específica y no es posible separar los materiales, se deben depositar en el contenedor amarillo.
Los restos de los productos de higiene y cosméticos a menudo contienen químicos y componentes potencialmente dañinos para el medio ambiente por lo que requieren un tratamiento adecuado para evitar su impacto negativo. La Fundación David Suzuki, una organización canadiense sin ánimo de lucro, ha identificado los 12 ingredientes más nocivos para el planeta que se esconden en muchos productos de higiene y cosmética que usamos a diario. Entre ellos destacan el BHA y BHT, conservantes comunes en maquillaje y cremas; los tintes de alquitrán de hulla, usados en coloración capilar, o la dietanolamina (DEA), presente en protectores solares y productos espumosos.
Desde Ecoembes, recomiendan que si el envase aún contiene producto, debemos vaciarlo antes: el producto restante iría al contenedor gris (resto) y el envase al contenedor correspondiente según su material. Eso sí, “si el producto ya está terminado, no es necesario lavar el envase, ya que esto implicaría un gasto innecesario de agua”. Para los cosméticos con componentes químicos específicos, como esmaltes de uñas, ciertos aerosoles o productos con disolventes, se aconseja consultar con los puntos limpios de cada municipio, ya que algunos cuentan con sistemas adecuados para su gestión segura.
En un mercado dominado por el consumo exprés y la sobreproducción, la industria cosmética tiene ante sí un gran desafío: reducir su huella ambiental y avanzar hacia modelos sostenibles. La economía circular se perfila como la ruta que hay que seguir, con estrategias que incluyen envases reutilizables, materiales reciclables y procesos más limpios.
La legislación también comienza a tomar protagonismo: a partir de enero de 2030, el Reglamento Europeo 2025/40 prohibirá los envases de un solo uso para productos cosméticos e higiénicos en hoteles. Un paso importante, sin duda, pero aún insuficiente. El cambio no solo depende del sector, sino también de los consumidores. Optar por envases rellenables, elegir productos ecodiseñados, fabricados con materiales como cartón o aluminio, fáciles de reciclar y fabricados con un solo componente son decisiones con un impacto directo en la reducción de desechos y la conservación de los recursos naturales.
Fuente: Consumer