Según la Comisión Nacional de Energía (CNE) en los últimos cuatro años, el precio del litro de gasóleo ha aumentado en más de un 46%. Esta subida sin perspectiva de frenarse, junto con el enorme desempleo del país que se acentúa en las zonas rurales, provoca que el mercado del gasóleo doméstico busque nuevas salidas, una de esas soluciones, apunta directamente a los montes. En principio, esto no tendría que ser necesariamente malo, siempre que nuestros bosques se conserven de una manera ejemplar. Sin embargo, el duro invierno y la necesidad inmediata de combustible han provocado en muchos casos que se corten los árboles directamente en lugar de podarlos, como debería hacerse.
Según la Consellería do Medio Rural e do Mar de la Xunta de Galicia, en 2012 el número de comunicaciones de talas para uso doméstico (no comercializable), aumentó en un 19% con respecto a 2011 y todo apunta a que subirá en años próximos en la misma proporción en la que se hunde la economía de las familias.
En Galicia las talas ilegales de árboles se han disparado como medio de calefacción en sustitución del gasóleo. Este tipo de talas, absolutamente descontroladas superan considerablemente la tasa de reposición de las especies abatidas. En las orillas de los ríos y los lindes de las fincas, se encuentran cada año más claros dejados por la tala de árboles para combustible. Este modo de calefacción era sostenible cuando en Galicia la población era menor y los bosques caducifolios mayores. De hecho, no había que abatir el árbol sino que sólo con las podas era suficiente para pasar el invierno.
En el territorio gallego los bosques caducifolios se encuentran prácticamente extinguidos y la mayoría de la superficie forestal está cubierta por plantaciones de pino de California y eucalipto (maderas de muy baja calidad que no sirven de combustible). Por tanto, la gran mayoría de talas abusivas que se dan afectan a los bosques autóctonos de roble (muy buena madera para leña, arde lento y da mucho calor, como la encina), y, cuando no se tienen ninguno cerca que talar, se recurren a los árboles de ribera (alisos y sauces) que son los que regulan las crecidas y protegen las márgenes de la erosión.
La Ley de Montes de Galicia de 2012, promociona la plantación de pinos o eucaliptos, de rápido crecimiento y escaso valor, por esto las agrupaciones ecologistas culpan a la Xunta de haber especializado a Galicia en la producción de madera de mala calidad destinada a la industria de los tableros y a la producción de la pasta de papel. Sin embargo, la industria elogia esa "especialización", ya que Galicia tiene en el sector maderero su tercera actividad industrial (1.700 millones de euros de facturación) y culpa al minifundismo de impedir la ordenación de un monte que, distribuido en grandes superficies, podría llegar a triplicar su producción actual.
Entre las consecuencias que conlleva la desforestación destacan la desaparición de sumideros de CO2, destrucción del suelo y de hábitats, pérdida de biodiversidad, alteraciones en el ciclo del agua, etc. Pero también existen otras consecuencias en la salud de las personas ya que el uso de fuegos de leña en chimeneas aumenta los niveles de contaminación atmosférica, concretamente la concentración de dióxido de azufre, monóxido de carbono e incluso de hidrocarburos cancerígenos. Este hecho ha sido documentado en Atenas donde el monóxido de carbono ha alcanzado los 150 mg/m3, según el Ministerio de Medio Ambiente de Grecia, estando el nivel de urgencia establecido en 50 mg/m3.
Este repunte de uso de leña en núcleos rurales es un síntoma preocupante de pobreza energética que se ha instalado en nuestra sociedad con la persistencia de la crisis económica.
"Cuando el gasóleo sube, bajan los árboles", Serafín González, Presidente de la Sociedade Galega de Historia Natural.