Desde hace décadas, excesivos rituales completamente innecesarios se suceden en todo lo concerniente al consenso general acerca del cambio climático, que como buenos clichés se repiten ad nauseam. En realidad lo sencillo sería avanzar sin rodeos por el camino de la transición energética, basada en las energías renovables y en la eficiencia energética. He aquí algunos de estos hechos que, como liturgias, se suceden cíclicamente:
- El debate o más bien diálogo de sordos entre el IPCC y los "negacionistas" del cambio del clima. Todos los días sale un informe sobre el asunto, firmado por uno, diez o millares de científicos, a favor o en contra. Es la gran cuestión bizantina de nuestra época. ¿Nieva a destiempo en Nueva York? Pues ya tenemos a ambas partes arrimando el ascua a su sardina. Así es como llegan a los periódicos titulares que habrían dejado pasmados a nuestros abuelos, como "El Ártico se deshiela más lentamente de lo previsto".
- La creencia de que el petróleo es el pilar que sostiene nuestra opulenta sociedad, y de que en su ausencia todo se vendrá abajo. Como consecuencia, no se duda en exprimir como a una esponja el subsuelo de comarcas enteras en la actividad llamada fracking o en llevar a cabo el complejo y caro ritual de buscar petróleo en aguas profundas. Pan para hoy y hambre para mañana. La búsqueda de petróleo cada vez más lejano, difícil y profundo es un ejemplo de libro de actividad estereotipada, que se desencadena automáticamente aunque ya no haga ninguna falta (y menos ahora, con el barril a 75 dólares).
- La gran ceremonia ritual de la cumbres del clima. Parece mentira, pero ya han pasado casi dos décadas desde que se firmó el protocolo de Kioto. A diferencia de su homólogo de Montreal (1987, el asunto del ozono), que funcionó bastante bien, Kioto y sucesores son ballenas varadas, aunque los discursos son bastante elocuentes a veces (como la angustiosa llamada de la asociación de países isleños, para los cuales una muy ligera subida del nivel del mar sería una gran catástrofe). No hace falta decir que los "negacionistas" suman con regocijo las muchísimas toneladas de CO2 que producen los viajes en avión para asistir a las Cumbres.
- Las acusaciones rituales a las energías renovables. A estas alturas del siglo XXI, todavía hay quien las acusa de inconstantes, como se acusaban mutuamente los novios de antaño. Claro que son inconstantes (el Sol se pone, el viento cesa, deja de llover, etc.), pero nadie quiere basar el abastecimiento energético de un país en un solo tipo de energía renovable (aunque esto seria viable en determinados entornos. Por ejemplo, en El Hierro les basta con la energía eólica para asegurar el suministro eléctrico). La seguridad en el suministro viene de sumar, por ejemplo, cuatro grandes tipos: solar, eólica, hidráulica y biomasa. Otras acusaciones rituales a las renovables: son carísimas (en realidad la hidráulica es muy barata y la eólica ya está a la par), no son de fiar (como si fueran el colmado de la esquina), ocupan mucho sitio, generan menos energía de la que cuestan (es decir su tasa de retorno de energía servida/energía consumida es baja, como sucede en el fracking y el petróleo profundo) y, por supuesto ¡también producen contaminación! Eso sí, son el futuro (esperemos que lejano) –concluyen los anti-renovables su letanía.
Estos cuatro cansinos rituales repetidos como un mantra contrastan con cuatro hechos netos y robustos. Veamos algunos:
- No hace falta discutir sobre si el clima cambia o deja de cambiar para virar hacia un modelo energético limpio. La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, ha prometido un centro de la ciudad semipeatonal para dentro de pocos años. Sin exagerar tanto, todas las grandes ciudades están expulsando los combustibles fósiles de su territorio (excepto el gas natural, por ahora).
- En general, el acento está cambiando del supuesto daño que puede recibir la atmósfera del planeta en su totalidad al daño concreto y demostrable que sufren los pulmones de los ciudadanos al ingerir micropartículas diesel. No hay "negacionistas" del daño que causa la contaminación a la salud, aunque todo se andará.
- La gran megacrisis financiera ha hecho caer de tal manera el consumo de petróleo y afines en algunos países, como España, que ya cumplen Kioto (y no tendrán que gastar un dineral en comprar derechos de emisión). En realidad la crisis no lo explica todo, también hay que tener en cuenta muchos factores, como la proliferación de frigoríficos A+++.
- Los mercados de CO2 van dejando de tener sentido. Sencillamente, lo que están haciendo las grandes corporaciones acostumbradas a la innovación (por ejemplo Apple y Google) es pasarse a las energías renovables lo más rápidamente que pueden. Ni Apple ni Google están interesadas en comprar ni vender CO2, solo quieren pasar a otro modelo que ven como más seguro y más rentable, el de las renovables y la eficiencia.
Modificado de señalesdeSostenibilidad (boletín informativo de Fundación Vida Sostenible).