cat noticiasEl campo está entrando en la ciudad de la mano de los urbanitas. Varios fenómenos conectados entre sí han crecido los últimos años e indican que en tiempos de globalización, contaminación, velocidad, consumismo y pensamiento líquido muchos ciudadanos están optando por volver a poner las manos en la tierra.

Los huertos urbanos, en todas sus modalidades, proliferan en el asfalto, en una tendencia sin adscripciones sociales ni generacionales. Una tendencia que enlaza con el aumento de la agricultura ecológica y el consumo de productos locales.

Paseando por su barrio, Juan José Delgado descubrió un solar cultivado en el denso distrito madrileño de Tetuán. Se interesó por lo que sucedía y hoy es una de las tres personas fijas que se encargan del cuidado de este espacio ganado al hormigón hace tres años con el permiso de los propietarios del terreno, que sigue en venta. Cada domingo la Huertita de Tetuán abre las puertas para que los vecinos puedan acudir, y entre semana, en la medida que su profesión de ingeniero se lo permite, Juan José hace turnos para regar, especialmente ahora que aprieta el calor.

Es una iniciativa que se expande poco a poco en las grandes ciudades, con varios ejemplos en Barcelona, al margen de las actuaciones oficiales de los ayuntamientos. Mientras esta práctica se abre paso con las evidentes dificultades que debe afrontar, la instalación de huertos en terrazas y balcones particulares ha experimentado un crecimiento muy notable.

Hace cinco años la venta de material para construir huertos urbanos en terrazas era testimonial. En el 2008, el aumento fue considerable, y en los últimos doce meses ha sido contundente, explica Jordi Marrón, propietario de una empresa de jardinería y horticultura en el Maresme y cultivador desde hace ocho años de una parcela en su terraza. Hoy es una demanda social consolidada. Hay quienes sólo plantan una tomatera, otros montan una pequeña estructura para enseñar a sus hijos el origen de los alimentos, el sentido del tiempo y del cuidado. Muchos optan por cultivar su espacio con criterios ecológicos, y otros, simplemente, regalan un huerto porque está de moda.

El abanico es amplísimo y diferente, pero indica el creciente interés por recuperar los orígenes, como un acto individual o colectivo mediante los movimientos ciudadanos organizados, ya hace unos años, para reconquistar espacios verdes entre edificios aprovechando espacios infrautilizados. Es la implantación en España de lo que fue y es la green guerrilla en Nueva York, una organización que anima y ayuda a la gente a cultivar y ajardinar zonas urbanas en desuso y que ya montó su primer jardín en 1973.

Manel Cunill, ingeniero técnico agrícola y licenciado en Ciencias Ambientales, explica que en los últimos años se está produciendo una alta tendencia ecológica que señala hacia un futuro en el que el sector agrícola volverá a ser primordial. Un futuro que se apunta en esta demanda social ciudadana y también en la proliferación de huertos en los espacios periurbanos, como los de la cuenca del Besòs –reordenados finalmente por la Administración–, recuperados principalmente por personas con raíces familiares en el medio rural. Y este futuro se percibe también, señala Cunill, en el aumento del interés por la agricultura ecológica, el consumo de sus productos a través de las cooperativas.

El foco puede abrirse o cerrarse, pero siempre hay algo nuevo que mostrar. En Detroit (Estados Unidos), una ciudad arrasada por la crisis económica debido a su vinculación con el sector automovilístico, se ha apostado por reconventir los edificios industriales en ruinas y las casas abandonadas en huertos que acojan cultivos de invernadero. Se trata de invertir en tecnología verde e incentivar la agricultura urbana en el suelo abandonado.

Fuente: La Vanguardia

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