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Miles de sustancias tóxicas han entrado a formar parte de nuestra vida diaria. Ya desde la ducha matutina, geles, champús y cremas comienzan a impregnar tu piel con productos químicos perjudiciales para la salud.

En la casa...

Ambientadores con fragancias "naturales" que nada tienen de naturales, una interminable gama de potentes limpiadores (uno para cada rincón de la casa), "antis" para todos los gustos (tapicerías con antimanchas, colchones y almohadas con antiácaros, la alfombrilla del baño con antimoho), la pintura de la pared, el barniz del parquet... ¡Y nuestro hogar acaba convertido en una casa tóxica!

La cocina merece atención especial. Desde los pesticidas que aderezan nuestra comida, a los aditivos de multitud de alimentos, pasando por los envases: latas con Bisfenol A, recipientes plásticos con aditivos químicos, el film transparente que envuelve embutidos o carnes, sin olvidar utensilios de cocina como las sartenes antiadherentes.

La ropa que guardas en tu armario también esconde desagradables sorpresas. Y por supuesto, el PVC y la infinidad de plásticos que nos rodean, incluidos los juguetes o las carcasas de móviles, tabletas y otros dispositivos electrónicos.

...Y en cada rincón del Planeta

Otras fuentes de exposición son las emisiones de las incineradoras de residuos, los vertidos de la industria química o los pesticidas, que contaminan el aire, el agua y los suelos. Y no sólo en las zonas próximas, puesto que las sustancias tóxicas son dispersadas por el aire y transportadas por ríos y corrientes oceánicas. Los pingüinos de la Antártida o las poblaciones indígenas del Ártico tienen en sus cuerpos sustancias tóxicas producidas y utilizadas a miles de kilómetros de sus hábitats naturales.

¿Cómo hemos llegado a esto?

En 1962 Raquel Carson ya alertaba en su libro La Primavera Silenciosa del peligro de plaguicidas como el DDT. En la década de los 90, el libro Nuestro Futuro Robado hacía un impresionante recorrido por la evidencia científica que mostraba cómo las sustancias tóxicas habían llegado hasta los confines de la tierra y a nuestras propias entrañas (un bebé comienza a incorporar sustancias peligrosas cuando aún está en el seno materno).

Decenas de miles de productos químicos han salido al mercado y han entrado en nuestras vidas sin un control riguroso de su posible toxicidad para nuestra salud y para el medio ambiente. La industria lo ha sorteado ejerciendo una fuerte presión sobre gobiernos e instituciones internacionales. ¿El resultado? La legislación es escasa y a todas luces insuficiente.

Ajenos a la naturaleza, ajenos a nuestro organismo

Muchos de esos productos químicos son tóxicos, persistentes y bioacumulativos. ¿Esto qué significa?

  • Tóxicos: tienen efectos nocivos sobre nuestra salud. Unos son cancerígenas, otros afectan al sistema inmunológico, al hormonal, al sistema nervioso, al hígado, a la reproducción, incluso al desarrollo infantil.
  • Persistentes: se han creado artificialmente y no se degradan con facilidad en la naturaleza, por lo que permanecen largo tiempo en el medio ambiente, donde se van acumulando. Como consecuencia, su concentración en la naturaleza (de donde proviene nuestra alimentación, el agua que bebemos y el aire que respiramos) es cada vez mayor.
  • Bioacumulativos: los seres vivos tenemos dificultad para eliminarlos, de manera que se acumulan en nuestro cuerpo. La gran variedad de sustancias tóxicas a las que estamos expuestos hacen que nuestro organismo almacene un peligroso cóctel químico.

¿Cuál es el efecto de todo ello? Veámoslo con un ejemplo de los muchos que se describen en el libro Nuestro Futuro Robado. En el lago Ontario (Canadá) se detectó que los organismos microscópicos tenían una concentración de PCB 500 veces superior a la del agua. En los crustáceos que se alimentaban de esos microorganismos, la concentración era 45.000 veces superior y en los peces que se comían a los crustáceos dos millones de veces superior.

Finalmente, en las gaviotas que se alimentaban de los peces se encontró una concentración de PCB 25 millones de veces superior a la existente en el agua del lago. Cada ser vivo ha ido acumulando los contaminantes que ha ingerido, día tras día, con su comida.

De ahí que establecer límites "seguros" de exposición a contaminantes o de ingesta de tóxicos en la dieta sea una estupidez, puesto que no se tiene en cuenta el efecto acumulativo. El problema no es lo que ingiero hoy, sino lo que ingiero a lo largo de un año, y el siguiente, y el siguiente...

Alteradores hormonales

Especialmente preocupantes son los cientos de sustancias de las que se sabe que actúan como disruptores endocrinos, es decir, alteran el funcionamiento de las hormonas. Entre otros efectos, provocan cáncer (de mama, de testículos, de próstata, de tiroides), alteraciones de la fertilidad, diabetes, obesidad, afectan al desarrollo embrionario e infantil, causan problemas neurológicos que pueden tener consecuencias en el comportamiento infantil, provocando hiperactividad y déficit de atención.

¿Alguien puede sorprenderse de que todas esas enfermedades y alteraciones estén aumentando vertiginosamente?

¿Qué podemos hacer?

  • Evitar los tóxicos: Intenta comprar alimentos biológicos, cosmética y productos de higiene personal naturales, productos de limpieza ecológicos... Cada vez hay más tiendas que los venden, y es fácil adquirir este tipo de artículos online. Otras opciones menos conocidas: en Sinplástico puedes encontrar una interesante variedad de artículos para la cocina, para el hogar y para bebés que no contienen plásticos; y en EcoPinttors todo tipo de pinturas ecológicas. Cada vez que compramos productos saludables, además de reducir nuestra exposición a los tóxicos contribuimos a impulsar la producción limpia.
  • Informarnos e informar: La web Hogar sin Tóxicos y el libro que lleva el mismo nombre, de Carlos de Prada, aportan consejos y alternativas para reducir la carga tóxica en el hogar. Son muy recomendables las web de la Fundación Vivo Sano y del Fondo para la Defensa de la Salud Ambiental. También la Fundación Alborada, especializada en medicina ambiental.
  • Apoyar campañas: En las web mencionadas y en las de algunas organizaciones ecologistas encontrarás campañas que buscan la prohibición de sustancias concretas, como la que pide la eliminación del Bisfenol A en los envases de alimentos, o las que buscan que se apruebe legislación (nacional o europea) que empiece a poner límites a una situación que está fuera de control y que nos está envenenando.

 

Los tóxicos de cada día, por Mª Luisa Toribio para El Salmón Contracorriente.

 

 
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