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Lobo y ganadería son "perfectamente compatibles" según expertos, organizaciones ecologistas y algunos ganaderos, pero es preciso cambiar prejuicios y aplicar medidas adecuadas desde las administraciones. Para Jorge Echegaray, licenciado en Ciencias Ambientales, "aproximadamente el 25 % de los incidentes con lobos son culpa de perros asilvestrados" y el daño en la ganadería que suele usarse como argumento para matar, "es en realidad insignificante" y supone "menos del 1 % de la cabaña ganadera en extensivo".

En su opinión, la convivencia es posible tomando tres medidas concretas: la recogida nocturna del ganado en lugar de dejarlo al aire libre, la rehabilitación de la figura del pastor y la presencia de perros de guardia adecuados. "En Alemania o los países escandinavos, las ayudas se dan a priori, con un fin preventivo, para dotar al ganadero de herramientas adecuadas", indica.

La triste imagen del cadáver de un lobo que apareció el 25 de marzo colgado de una señal de tráfico en el municipio asturiano de Lena simboliza el conflicto en torno a este gran cánido cuyo futuro está en juego, acosado por diversos intereses.

La historia de su especie es la de un superviviente: a mediados del siglo XIX se extendía por toda la península ibérica pero la caza y el veneno redujeron su hábitat a un mínimo histórico en 1970.

Desde entonces ha logrado recuperarse por sí mismo y hoy día sus principales poblaciones se encuentran en Castilla y León, Galicia y Asturias, además de puntos de los Pirineos (Cataluña) y sierra Morena (Andalucía).

El río Duero marca la diferencia en su nivel de protección legal, aunque "no se puede decir que sea excesiva", según denuncia Theo Oberhuber, coordinador de Ecologistas en Acción, ya que "es el único gran carnívoro que no figura en el Catálogo Español de Especies Amenazadas y actualmente mueren tantos ejemplares de forma legal como ilegal". "Matarlos resulta prácticamente gratis."

La principal excusa es el riesgo que suponen para la ganadería pero Oberhuber cree que el problema radica en "la falta de un plan de gestión coherente" desde las Administraciones que "ni siquiera se toman la molestia de conocer los problemas de los ganaderos".

El Duero es una frontera real en la percepción del peligro: al sur del río, en tierras segovianas, Fernando Pastor asegura que "aquí siempre hubo pastores y ganado pero no lobos", cuyos daños no se limitan a los animales muertos sino que "afectan al rebaño entero por el estrés traumático; los animales que quedan vivos dejan de dar leche, abortan, no cubren". "Todo eso son perjuicios que nadie nos paga", lamenta.

Como otros ganaderos castellanoleoneses, Pastor critica la gestión administrativa: "La Junta de Castilla y León dice que el lobo es suyo pero nos obliga a pagar un seguro en lugar de abonarlo ella (...) Es absurdo, como si tu perro me atacara y yo tuviera que pagar ese seguro, en lugar de pagarlo tú".

Además, la Junta paga una franquicia de 300 euros, pero "si el estropicio es mayor", al final acaban pagando ellos porque les suben las cuotas, "así que sólo sale a cuenta si no tienes ataques pero entonces ¿para qué quieres seguro?"

Al norte del río, en tierras zamoranas, el ganadero Alberto Fernández no tiene miedo al lobo porque su seguro son sus 11 mastines: "Jamás he tenido un ataque y eso que es raro el año que no veo lobos dos o tres veces cuando ando por el monte".

"Siempre hemos convivido porque es necesario para nuestro ecosistema aunque es un animal peligroso" y sometido a "mucha picaresca" pues "a menudo cuando aparece un animal muerto se dice que fue el lobo" cuando "la mitad de las veces suele ser el zorro, un animal oportunista, muy listo" o perros domésticos asilvestrados. Fernández concluye: "Lobo vivo, sí, pero gestionado. La Junta no tiene estrategia más allá de los seguros."

Entre las medidas que reclama Ecologistas en Acción figura la elaboración de un censo global de lobos ibéricos porque hoy en día no saben cuántos hay exactamente, "sólo estimaciones", su definición como especie no cinegética y la promoción de medidas contra el furtivismo y los envenenamientos.

 

Fuente: modificado de La Vanguardia.

 

 
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