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Suecia, país considerado como modelo a imitar por su calidad de vida, empleo y desarrollo, ha entrado de lleno en el debate sobre la conveniencia de retroceder en el tiempo unas décadas y volver a la costumbre de llevar nuestros dispositivos a arreglar. Todo ello con un doble objetivo: ahorrar dinero y respetar el medio ambiente. El país ha decidido apostar por la reducción de la contaminación y la creación de nuevos puestos de trabajo bajando el gravamen en la reparación de todo tipo de productos.

La reforma propuesta el pasado verano se ha hecho realidad, por lo que a partir de ahora, el IVA de todas las reparaciones pasará del 25% actual al 12% y, en el caso de los electrodomésticos, se podrán desgravar de la declaración del IRPF. Aunque la bajada impositiva tendrá un impacto en las arcas públicas suecas de 48 millones de euros, el Ministerio de Hacienda espera compensarlo con un nuevo gravamen a los productos químicos en los electrodomésticos. En este plan que en principio parece muy parece ventajoso, hay que puntualizar varios inconvenientes. Revisamos luces y sombras de esta reforma.

 

Ventajas

Es evidente que la principal ventaja o beneficio del plan puesto en marcha por Suecia es la creación de empleo en un sector en el que los pequeños comerciantes se han visto devorados por las grandes fábricas multinacionales. Se pretende así luchar contra la automatización de muchos empleos, ya que la reparación todavía sigue requiriendo de profesionales de carne y hueso, por ello el gobierno sueco cree que esto puede frenar la destrucción de tejido laboral.

El otro aspecto beneficioso es la reducción de la contaminación, ya que la reparación de un aparato viejo tiene menos coste para el medio ambiente que la producción en cadena de muchos nuevos. Este aspecto estaría en sintonía con el concepto más amplio de economía circular, que maximiza la reutilización de productos y materias primas, y reduce al mínimo su devaluación, y lucharía contra los obstáculos a los que ésta se enfrenta.

 

Inconvenientes

El primero es que un plan de estímulos fiscales no tiene por qué funcionar. Es decir, a la hora de pagar la reparación el precio seguirá siendo prácticamente el mismo, por lo tanto, si no se hace una campaña de concienciación previa eficaz, los consumidores -sobre todo los más jóvenes- seguirán prefiriendo comprar un producto nuevo. El coste que tendría para las arcas del Estado sueco puede que no sea restituido si la medida no tiene éxito, con el consiguiente perjuicio para el sistema de bienestar del país.

Por otro lado, si no hay una buena masa de clientes que acudan a estos talleres de reparación, los dueños no apostarán por la contratación, así que puede que a corto y medio plazo no sirva para reducir el paro de baja cualificación. En la otra cara si se dejan de comprar productos nuevos las empresas tecnológicas de electrodomésticos o de vehículos deberían dejar de fabricarlos por lo que sufrirían grandes pérdidas que, sin duda alguna, revertiría en los puestos de trabajo.

 

Fuente: modificado de El Blog Salmón.

 

 
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