El Saucejo (Sevilla), tierra de trabajadores del campo, financiará prácticas en empresas a los jóvenes licenciados del pueblo que estén en paro. José Carlos, licenciado en Ciencias Ambientales, acudirá a la convocatoria: "No quiero pensar que tenga que terminar trabajando en la aceituna".
En tierra de jornaleros, como la Sierra Sur de Sevilla, las cifras de paro no sólo afectan al campo, castigado por la profunda crisis económica. En estos pueblos también hay chicos y chicas que salieron de sus casas para ser universitarios y hoy vuelven con escasas expectativas de futuro. El 95% de los jóvenes universitarios están en paro en El Saucejo, un municipio de 4.000 habitantes. No tienen experiencia laboral. No pueden volver a ciudades cercanas como Sevilla, Málaga o Granada en las que estudiaron en otro tiempo. Pagar un piso alquilado es un lujo y mucho más vivir allí sin trabajar. ¿Cuál es entonces la salida?
La Concejalía de Empleo del Ayuntamiento, gobernado por IU, ha activado un proyecto de prácticas laborales, remuneradas con 700 euros al mes para sus licenciados. "Están olvidados. Nadie recuerda que nuestros universitarios están en estos pueblos con muy poca experiencia en su campo", señala Antonia Capitán, concejala de Empleo. El proyecto estará financiado exclusivamente por las arcas municipales: 30.000 euros para ayudar a los universitarios que salen de los impuestos que pagan los vecinos. Es imprescindible estar empradonado en el pueblo, en posesión de un título universitario y no tener más de 30 años. Desconocen aún el número de personas que se podrán beneficiar y por cuánto tiempo.
José Carlos Gracia cumple con los requisitos y acudirá a la convocatoria. Desde pequeño tenía en su mente ser un universitario más, como había ocurrido con el resto de sus hermanos. "Mis padres han trabajado siempre en el campo pero querían que mis hermanos y yo estudiáramos en la Universidad", relata. Su hermano mayor, José Ramón, se convirtió en historiador hace una década. Su hermana Rocío estudió la carrera de Química y él, como benjamín, decidió apostar por algo diferente, la licenciatura de Ciencias Ambientales, en la Universidad de Granada.
En el currículum de este joven saucejeño de 24 años se registran dos semanas de experiencia laboral y un año de Erasmus en la ciudad alemana de Bayreuth. "En el último año de carrera, viajé a la Isla de Palma con un proyecto científico para estudiar especies invasoras que estaban desplazando a la flora autóctona de esta isla canaria", cuenta. Su aventura científica fue sufragada en un amplio porcentaje por la Universidad, aunque no pudo cobrar por el proyecto. Pagó 250 euros por hacer este trabajo que recuerda ahora con nostalgia. Hoy, dos años después, afirma: "Me vi por primera vez trabajando de lo mío y fue alucinante". Junto a ambientólogos de otros países como Suiza y Brasil, investigó algunas especies de flora como la Agueratina Adenophora. Desde entonces, no ha tenido otra oportunidad en su campo científico.
"Poca preocupación" por las nuevas generaciones
Días después de licenciarse se inscribió en el SAE (Servicio Andaluz de Empleo) para conseguir ofertas de trabajo. Descartó la posibilidad de emprender. "Es algo arriesgado que no me puedo permitir ahora mismo", señala. Las pocas salidas que tienen los jóvenes del pueblo pasan por el pago del sello agrario. Las peonadas permiten a algunos de ellos tener un pequeño sueldo durante seis meses al año. "No quiero pensar que tenga que terminar trabajando en la aceituna. Yo tengo ilusión por trabajar aún de lo mío, aunque si la cosa sigue así, quién sabe", reflexiona José Carlos. "No hay ayudas para ellos. Todo lo que nos llega de diputación es para crear estrategias con familias que tengan hijos y situación de paro. Hay poca preocupación con las nuevas generaciones", explica Antonia Capitán.
José Ramón, el hermano de José Carlos, vive actualmente en Ciudad de México, donde trabaja como comercial en una multinacional. Este joven no descarta, si la situación persiste, en trasladarse hasta América Latina. La distancia con los suyos es un precio alto, aunque la falta de oportunidades exige ahora cambios drásticos. "Quién le iba a decir a mi hermano que acabaría allí. Puedo estar pronto con él", opina José Carlos.
Por el momento compaginará sus sesiones de entrenamientos con los niños en el equipo de fútbol del pueblo varias tardes a la semana con las futuras prácticas que llegarán para este marzo. No puede elegir destino, aunque le encantaría poder colaborar con temas de medio ambiente que la Consejería tiene activos en la zona.