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Al cabo de siete lustros, nadie recuerda que el embalse artificial de La Pedrera ha terminado por formar parte fundamental de un ecosistema que ha ido creciendo al punto de que no se podría entender hoy lo que es este rincón de la naturaleza en el corazón de la Vega Baja sin él. Pablo Perales, Juan Manuel Pérez y José Antonio Sánchez, estudiante de Ciencias Ambientales, investigador y profesor de Ecología, respectivamente, de la Universidad Miguel Hernández publicaron un interesante artículo sobre la fauna y la vegetación.

Hace unas semanas, el fotógrafo Tony Sevilla se quedó sobrecogido al ver a cientos de aves levantar el vuelo. Eran gaviotas argénteas, un pájaro que es habitual en un paraje en el que se han catalogado hasta 170 aves de especies distintas en las que hay desde pavos reales, cercetas, ánades, cormoranes, garcillas, cigüeñas, flamencos, somormujos, fochas, aguiluchos, águilas, avefrías, halcones, cernícalos, palomas o búhos, entre otras muchas. El estudio sirvió para diferencias entre las que eran invernantes, residentes, estivales, migrantes, accidentales y alóctonas.

El embalse, la calidad de sus aguas, la tranquilidad y la comida que encuentran en él se ha convertido para todas ellas en un paraíso al que no renuncian y que sigue creciendo día a día. La influencia que ejerce sobre Sierra Escalona y la Dehesa de Campoamor –declaradas Zonas de Especial Protección de Aves (ZEPA), así como sobre las Salinas de La Mata y Torrevieja, es fundamental para la diversidad del hábitat en que se ha convertido y en el cual muchas han terminado por nidificar, como la garcilla bueyera, la garza real, el martinete, la garcilla cangrejera y la garza imperial, estas dos últimas catalogadas como «Vulnerables».

«La posición estratégica de este embalse –explican los investigadores– a corta distancia de la costa y próximo a otros grandes núcleos de biodiversidad hacen que sea una importante zona de paso, campeo y dispersión de aves rapaces» entre las que citan desde el águila al aguilucho lagunero por búhos.

 

Sin protección

El informe recuerda que el paraje se encuentra sin ningún tipo de protección –hace algunos meses, Amigos de Sierra Escalona (ASE) comenzó una campaña para ello– y sometido a «diversas alteraciones de sus hábitats debidas al vertido de escombros y basuras, la pérdida de suelo fértil, el aumento de riesgo de incendios o la invasión de plantas. «Otro importante problema –detalla el estudio– es la irrupción de vehículos a motor con fines deportivos por caminos que recorren las maquias, destrozando las mismas y poniendo en peligro la biodiversidad del espacio natural. La práctica de deportes acuáticos en determinadas zonas del humedal es otro serio problema que atenta en contra de la biodiversidad ornitológica del paraje, aumentando el estrés y poniendo en peligro el ciclo vital de las diferentes especies que eligen el embalse de La Pedrera como zona de cría».

El informe destaca que son cientos los ejemplares de aves que pasan los inviernos aprovechando su excelente temperatura, destacando las anátidas y, entre las que se reproducen en él, el ánade real y el tarro blanco.

 

Mamíferos, anfibios y reptiles

Pero no sólo hay aves en La Pedrera, en menor número se localizan una veintena de mamíferos que incluyen al gato montés, el tejón europeo, los murciélagos, zorros, ratones, comadrejas, conejos, liebres, erizos y ardillas.

Además, se pueden encontrar cinco anfibios distintos, entre gallipatos, ranas y sapos; nueve tipos de peces, desde barbos a carpas, pasando por anguilas, truchas y mújoles; y reptiles, desde culebras, lagartijas, salamanquesas, galápagos y lagartos.

 

Fuente: Diario Información

 

 
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