La Sensibilidad Química Múltiple conlleva la pérdida progresiva de la tolerancia a ciertos niveles químicos, físicos o biológicos. Cada vez son más los casos que se diagnostican y eso que hace solo unos meses que la reconocieron como enfermedad. Se calcula que en torno al 15% de la población podría presentar alguno de los síntomas, mientras que el número de diagnosticados ya se sitúa en cerca del 1%. La Sensibilidad Química Múltiple conlleva un cambio radical en la vida cotidiana de ese uno por ciento de la población, entre los que se encuentra Esther, una ambientóloga de 38 años de edad que ha trabajado buena parte de su vida laboral en una industria química.
Esther es licenciada en Ciencias Ambientales y como cualquier otro compañero de su empresa, esta joven tenía una alta carga de trabajo y comenzó a sentir un cansancio exagerado. Esa fatiga laboral era solo la punta de un iceberg profundo que ha marcado su vida desde hace algo más de cuatro años. "Tenía problemas gastrointestinales, y taquicardias, pero me decían que era muy joven para derivarme a dos especialistas", nos confiesa Esther al narrar el calvario que sufrió hasta que fue diagnosticada.
Pese a no recibir respuesta médica a sus múltiples dolencias, la situación que afrontan los pacientes les lleva a plantearse seriamente continuar con su vida profesional. A Esther, por ejemplo, le resultó completamente imposible y decidió abandonar su empresa. "No pedí la baja médica porque no sabes lo que tienes y te da apuro decirle a los compañeros que no vas a trabajar porque estás muy débil".
Los primeros síntomas pueden confundirse con estrés laboral, pero ni dar ese complicado paso mejora la situación de un enfermo de SQM. De hecho, en la mayoría de los casos el siguiente escalón es el que da mayor visibilidad a la Sensibilidad Química Múltiple. La fatiga y los mareos vienen acompañados de un desarrollo extremo del olfato con determinadas sustancias. "Llegué a tener intolerancia a 30 alimentos, vomitaba después de comer y con solo oler la colonia o el café, por ejemplo, tenía su sabor en la saliva", reconoce esta joven manchega.
Esta segunda fase es la que produce el diagnóstico de la enfermedad y significa un importante paso para las personas que lo padecen. En el caso de Esther, asegura que "fue un auténtico alivio" porque "llegué a pensar que me estaba volviendo muy maniática y que ya no me apetecía estar con familiares o amigos".
Una vez diagnosticada la Sensibilidad Química Múltiple, el primer paso para los afectados es abandonar la exposición continua a los agentes químicos que producen las persistentes dolencias, lo que conlleva en la mayoría de los casos al cambio de residencia. Por ello, la solución más factible es trasladar el hogar a una zona rural. En cuanto al hogar, los productos de limpieza pasan a ser el vinagre, el bicarbonato o el clásico jabón neutro; los grifos deben tener unos filtros porque "nos apesta a cloro"; no pueden utilizar champús; deben tener cuidado con el tejido de ropa que utilizan; el ordenador y el móvil solo unos minutos al día; la televisión debe estar a gran distancia; etc.
Una serie de condiciones indispensables, pero que deben ir acompañadas de un suplemento de minerales y nutrientes a través de vía intravenosa para favorecer la recuperación del cuerpo. Pese a esta mejoría, los enfermos de SQM tienen serias dificultades para hacer con asiduidad ciertas actividades. Cosas tan simples -a priori- como salir a una terraza en verano, ir de vacaciones o acudir a la consulta del médico puede convertirse en una auténtica odisea.
Los amigos más cercanos y los familiares intentan adaptarse a las condiciones que exige la enfermedad. Sin embargo, no siempre es fácil.
Los enfermos intentan controlar su ambiente más próximo, pero hay escenarios que se escapan a ese control. Por ejemplo, en las consultas médicas no pueden acudir cuando el servicio de limpieza está trabajando o si los edificios a los que entran tienen activado el sistema de conexión inalámbrica a Internet. En ocasiones así, las consecuencias más comunes son taquicardias, fatigas, dolores de cabeza, debilidad y desorientación.
La propagación de la enfermedad ha propiciado en los últimos años la proliferación de asociaciones que agrupan a los enfermos de Sensibilidad Química Múltiple. En algunos casos, estas fundaciones están enmarcadas dentro de la lucha medioambiental y representan un papel de apoyo fundamental. Por un lado, al conocer el diagnóstico, trabajadores sociales suelen hablar con las familias para que comprendan con mayor rapidez los agentes que afectan a los pacientes. Por otro lado, promueven los derechos de los enfermos, en ocasiones olvidados por las autoridades sanitarias.
Fuente: modificado de Qué!